viernes, 8 de marzo de 2019

Bloque 10.4. Describe las causas, desarrollo y consecuencias de la Revolución de Asturias de 1934


La victoria de la coalición de derechas en las elecciones de 1933 vino a radicalizar aún más la situación de enfrentamiento político y social que se vivía en España. Por un lado, un gobierno profundamente conservador dispuesto a deshacer las reformas del bienio anterior, por otro una izquierda cada vez más radicalizada, especialmente el PSOE, que negaba legitimidad a la CEDA para gobernar.

En principio fue el Partido Radical de Lerroux el que formó gobierno, con el apoyo de la CEDA y de los demás grupos de derecha, pero era cuestión de tiempo que Gil Robles exigiese formar parte del mismo. La política del gobierno de frenar, e incluso revertir, las reformas promovidas durante el bienio anterior, provocó una radicalización política y sindical, que agudizó el clima de enfrentamiento, especialmente visible en las Cortes, y, como en el periodo anterior, en el campo. A esto se unirá el conflicto universitario entre la FUE (Federación Universitaria Escolar), de carácter progresista, y el SEU, sindicato falangista de clara orientación fascista.

 La izquierda más radical, liderada por Largo Caballero, no aceptó la victoria de lo que consideraba bloque fascista y prometió promover una insurrección armada si la CEDA, principal grupo vencedor de las elecciones, llegaba al gobierno. Desde la izquierda se identificaba como el triunfo del fascismo, en línea con lo sucedido en Europa con la llegada de Hitler al poder en Alemania y la Italia fascista de Mussolini. A principios de 1934 se crea la Alianza Obrera, promovida espacialmente por Largo Caballero, y a la que se unen otras fuerzas obreras, aunque, salvo en Asturias, no se unirá la CNT. Se trataba de un giro en los objetivos políticos del socialismo, que pasaba de la vía parlamentaria a la revolucionaria, para llevar a cabo la revolución social.

Cuando en octubre de 1934 se produjo la entrada de tres miembros de la CEDA en el gobierno, el PSOE convocó una huelga general revolucionaria para el 5 de octubre, con escasa repercusión en toda España, excepto en Cataluña, donde llegó a proclamarse el Estado Catalán durante unas horas, y en Asturias, donde se materializó un auténtico proceso revolucionario.

Entre los días 5 y 12 de octubre Asturias protagonizó un proceso revolucionario, que se convirtió en una auténtica guerra. Los insurrectos tomaron la fábrica de armas de Trubia y controlaron ciudades como Oviedo, Gijón y toda la cuenca minera, donde los mineros, armados básicamente con dinamita, hicieron frente al ejército. Se instauró el gobierno de los Consejos Obreros y se procedió a la colectivización de industrias y comercios, en un proceso no exento de violencia hacia sus propietarios, y hacia el clero. Llegó incluso a abolirse la moneda.

El gobierno central decidió enviar al ejército de Marruecos, en una operación dirigida por el general Franco desde Madrid, que en pocos días se hizo con el control del territorio. La insurrección fue derrotada y la represión fue terrible, con casi 30.000 prisioneros, ejecuciones sin juicio y condenas a muerte sin garantías judiciales.

Las consecuencias de este suceso fueron terribles para la República, ahogada ya por una fuerte polarización política: por un lado, la radicalización del gobierno de derechas y el nacimiento de un nuevo partido de corte fascista, Bloque Nacional de Calvo Sotelo, por otro, la radicalización de la izquierda, que considerará como un objetivo fundamental la liberación de los presos y la consecución de reformas sociales y políticas profundas. En línea con lo que pasó en Francia, la izquierda obrera y los republicanos de izquierdas formarán el Frente Popular, con el fin de hacer frente a la derecha en las elecciones de febrero de 1936.

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