lunes, 18 de febrero de 2019

Bloque 9.4. Analiza la crisis general de 1917: sus causas, manifestaciones y consecuencias

En 1917 estalló una crisis militar, política y social que incidió deci­sivamente en la descomposición del sistema de la Restauración. De hecho, fue la consecuencia de una situacn inestable que se venía gestando desde 1913, provocada por el desprestigio de los partidos dinásticos, y que se intensificó con el impacto de la Primera Guerra Mundial.

Antecedentes
Tras los acontecimientos de la Semana Trágica, y pacificada temporal­mente la situación en Marruecos, se vivieron algunos años de cierto auge económico, favorecido por la posición oficial de neutralidad del gobierno de España en la I Guerra Mundial. Esta política de neutralidad permitió un cierto auge económico, puramente coyuntural, pues­to que las necesidades de los dos bandos contendientes generaron una gran demanda de productos agrarios e industriales.
Con la guerra aumentaron las exportaciones, lo que favoreció la creación de empresas con fines meramente especulativos, generando rápidos e importantes beneficios para empresarios e intermediarios, que no se molestaron en reinvertir en una mejora del sistema pro­ductivo. Esta política económica empeoró significativamente las condiciones de las clases bajas, que tuvie­ron que enfrentarse al alza de precios y la carencia de algunos productos desviados a la exportación. El deterioro de la capaci­dad adquisitiva de los trabajadores generó una fuerte conflicti­vidad social que afectó profundamente al sistema, y que se agravó cuando la demanda de los contendientes disminuyó, debido a la competencia exportadora de otros países; lo que generó numerosos despidos, aumentado el paro, la pobreza y la radicalización obrera.
La crisis del turnismo
En 1913, el nombramiento de Eduardo Dato como jefe de gobierno originó una crisis en el partido conservador, provocada por los seguidores de Maura; también los liberales se dividieron en facciones. Esta división interna de los partidos dinásticos aumentó la inestabilidad política y dificultó la creación de mayorías de gobierno, rompiéndose así el pacto de alternancia en el poder mantenido desde 1885.  Entre 1913 y 1917, se formaron gobiernos débiles, sin mayorías y con graves problemas internos, con cie­rres periódicos de las Cortes y el recurso a la aprobación de decretos para poder gobernar. Esta situación contribuyó cada vez más al despresti­gio del sistema, agudizó las críticas de las fuerzas políticas de la opo­sición, duramente reprimidas, que exigieron reformas profundas encaminadas a su democratización.
1917: crisis militar, política y social
La crisis militar: Las Juntas de Defensa. El ejército, un poder básico para el mantenimiento de la monar­quía, empezó a cuestionar el sistema interviniendo en la vida política, debido fundamentalmente al aumento de su malestar interno, que se arras­traba desde la derrota de 1898, y que se acentuó en estos momentos. Las causas que provocaron este malestar fueron la inestabi­lidad de los gobiernos; el descontento con la nueva ley que establecía el ascenso por méritos de guerra, beneficiando al ejérci­to de Marruecos, en detrimento de las unidades peninsulares; y los bajos salarios, deteriorados por la inflación provocada por el impacto de la guerra mundial. El malestar militar contra el Estado provocó la formación de las Jun­tas de Defensa, una especie de asociación sindical que defendía los intereses económicos y profesionales del cuerpo. Las Juntas presionaron al poder civil, que las legalizó, por lo que la autono­mía e injerencia política del ejército fueron cada vez mayores.
La crisis política: La Asamblea de Parlamentarios. Como respuesta al clima de tensión existente, el gobierno de Eduardo Dato decretó la censura de prensa y la suspensión de las garantías constitucionales y de las Cortes. Ante esta acti­tud autoritaria, y en medio de una oleada de protestas, Francesc Cambó, dirigente de la Lliga Regionalista, convocó en Barcelo­na (julio de 1917) una Asamblea de Parlamentarios a la que asistieron la oposición de izquierdas y algunos liberales. Ello ori­ginó un movimiento civil que exigió la convocatoria de Cortes constituyentes y la aplicación de un programa de reformas, en el que se contemplara la realidad plurinacional de España. La falta de cohesión de las fuerzas políticas que formaron la Asamblea y el rechazo por parte de las Juntas de Defensa, que se situaron junto al gobierno, facilitaron su disolución.
La crisis social: la huelga general revolucionaria. La tensa situación social y la creciente importancia de los sindi­catos favorecieron la creación de un comité de acción conjunto CNT-UGT. A pesar de las diferencias entre los socialistas, parti­darios de una democratización efectiva del régimen, y los anarquis­tas, impulsores de la revolución social, ambas formaciones obreras terminaron poniéndose de acuerdo. El detonante fue un conflicto ferroviario en Valencia, que terminó con el despido de varios trabajadores. El apoyo de las centrales sindicales, terminó con la convocatoria de una huelga general revolucionaria (13 de agosto de 1917), en la que además de las peticiones laborales, se exigía para un cambio político radical. La movilización se extendió por las principales ciudades de Astu­rias, el País Vasco, Madrid y Cataluña, pero no fue apoyada ni por la Asamblea de Parlamentarios, que defendía los intereses de la burguesía, ni mucho menos por el ejército, que reprimió dura­mente la huelga con un balance de más de 70 muertos, 200 heri­dos y 2 000 detenidos.
La crisis de 1917 hizo patente la descomposición del sistema canovista y la imposibilidad de reformarlo desde dentro; además fue reflejo de la progresiva radicalización social, agudizada por las consecuencias económicas, negativas para España, del fin de la I Guerra Mundial y por el estallido de la revolución bolchevique en Rusia. 
Los años que siguieron estuvieron marcados por la constante intervención del ejército en la política, con la complacencia del monarca, ejemplo de lo cual fue la caída del gobierno de Dato, en el otoño de 1917. La radicalización sindical continuó, en lo que se ha conocido como “el trienio bolchevique”, con una inusitada violencia, sobre todo en Cataluña, y una cruel represión (Ley de fugas). El panorama de crisis será más evidente tras el desastre colonial en Marruecos, que acentuó el desprestigio del ejército. A principios de los años 20 era bastante evidente que el sistema estaba muerto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario