viernes, 15 de febrero de 2019

Bloque 8.2. Describe la evolución de la industria textil catalana, la siderurgia y la minería a lo largo del siglo XIX

El triunfo tardío del liberalismo en España provocó que también fuese tardío el proceso de industrialización. Por otro lado, la reforma agraria llevada a cabo con las desamortizaciones y decretos aprobados por los gobiernos progresistas, no alcanzaron los objetivos deseados, en cuanto a ampliación del número de propietarios y a cambiar la estructura latifundista de la propiedad, especialmente en la mitad sur peninsular. La falta de una burguesía fuerte, salvo en Cataluña y Vizcaya, y el escaso interés inversor, junto con la persistencia de una sociedad mayoritariamente agraria, frenaron de forma considerable el proceso industrializador durante el siglo XIX.



Los sectores clave de la Revolución industrial británica, el textil algodo­nero, productor de bienes de consumo, y el siderúrgico productor de bienes de equipo, también se desarrollaron en España, aunque solo en algunas regiones.
El sector textil algodonero, tuvo su área de expansión en Cataluña, donde existía, antes del siglo XIX, una importante actividad comercial y una cultura manufacturera y artesanal basada en la lana. El siglo XIX el algodón sustituye a la lana como materia prima de esta industria, y el sector despega imparable, gracias a la fuerte inversión del empresariado catalán en nuevas máquinas, y a la protección arancelaria que recibe por parte de los gobiernos de Madrid, lo que le permite acceder al mercado nacional y a los territorios de ultramar como Cuba y Puerto Rico, sin la competencia de los productos de otros países. La industria de la lana continuó, pero con una menor producción, y centrada, al igual que la del algodón, en Sabadell y Tarrasa, perfectamente comunicadas por ferrocarril con el puerto de Barcelona. A finales de siglo, con la pérdida de cuba, Puerto Rico y Filipinas, y la liberalización aduanera, el sector se vio afectado, lo que provocó la protesta de la burguesía catalana (Memorial de Greuges), y fue semilla del fortalecimiento del nacionalismo catalán.
La industria siderúrgica se estableció en España junto a las minas de hierro, y lo más cerca posible de las de carbón, fuente de energía indispensable en los altos hornos. Sin embargo, este sector necesita fuertes inversiones en medios de producción y un carbón de calidad (con alto poder calorífico), cosa difícil en la mayor parte de las minas españolas. Además, se necesita un mercado importante para poder dar salida a sus productos. Todos estos factores provocaron el desplazamiento histórico de los altos hornos por distintas zonas de la geografía española.
A mediados del siglo XIX se crearon fábricas en Málaga (altos hornos en Marbella), muy lejos de las minas de carbón mineral, lo que provocó su lenta decadencia cuando se crearon las primeras empresas en Asturias primero y en Vizcaya después. En Asturias, se desarrollaron en el núcleo Mieres-La Felguera (1850-1870), en torno a las numerosas minas carbón. En Vizcaya, se produjo el intercambio de hierro bilbaíno por carbón británico (Gales) de mejor calidad (antracita), lo que, unido a la fuerte financiación de la banca vizcaína, permitió el desarrollo de grandes empresas. La familia Ybarra fundó Altos Hornos y Fábricas, S. A., en 1882, y a principios del siglo XX, se formó la sociedad altos Hornos de Vizcaya.  Desde estas fábricas se desarrolló la moderna producción de acero de gran calidad, al introducir innovaciones técnicas como el convertido Bessemer. El País Vasco se convirtió en el pio­nero de las nuevas formas de industria­lización de fin de siglo: concentración empresarial, capitalismo financiero y gran banca industrial, todo ello, bajo el paraguas proteccionista del Estado.

En cuanto a la minería, a pesar de una larga tradición histórica de explotación de los yacimientos de cobre, mercurio, plomo o hierro, no será hasta bien entrado el siglo cuando su desarrollo le permita convertirse en un sector estratégico fundamental para el comercio, ya que buena parte de la producción se dedicaba a la exportación. Esto fue debido a que la mayor parte del capital que explotaba estas minas era capital extranjero, lo que convirtió a España en exportadora de materias primas que le habrían venido muy bien para su propio desarrollo industrial.

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