domingo, 25 de marzo de 2018

Bloque 2.3. Resume los cambios económicos, sociales y culturales introducidos por los musulmanes en Al Ándalus


Al-Ándalus se insertó plenamente en el mundo económico del islam. Ello supuso que la economía de la España musulmana, a diferencia de lo que sucedía en los territorios cristianos del norte, fuera de un gran dinamismoEn dicha economía sobresalía, como rasgo más significativo, el importante papel que desempeñaban las ciudades, centros tanto de actividades artesanales como mercantiles.


La agricultura era de vital importancia, y a ello contribuían las condiciones climáticas, lo que explica que se recogieran frutos durante todo el año. Las zonas más fértiles se localizaban en los valles fluviales, en particular en el del Guadalquivir. Los principales cultivos de la España musulmana eran los cereales (en particular, el trigo y la cebada, pero también el centeno, el mijo o la avena), la vid (pese a la prohibición coránica del consumo del vino) y el olivo, es decir, los tradicionales de épocas anteriores. Pero los árabes introdujeron importantes novedades, impulsando notablemente el regadío, sobre todo mediante la noria. Al mismo tiempo conoció una gran expansión la arboricultura (cítricos, melocotones...) y el desarrollo de cultivos como el arroz, la caña de azúcar, la palmera, el algodón, la berenjena o el azafrán. Es preciso señalar, asimismo, el auge alcanzado por las plantas aromáticas y medicinales.
La artesanía adquiere gran importancia, especialmente el textil. Como productos principales cabe señalar los tejidos de seda, de los cuales los más conocidos eran los brocados cordobeses, o los tejidos de lino, que se fabricaban en Zaragoza. Pero no fueron menos importantes actividades como el trabajo de las pieles y los cueros, la producción de vidrio, la fabricación de papel, los objetos cerámicos, las armas (se fabricaban sobre todo en Córdoba, Málaga y Toledo) o el trabajo del oro, la plata, el marfil y las piedras preciosas.
El desarrollo de la actividad mercantil en Al-Ándalus contaba con la existencia de dos tipos de moneda: una de oro, el dinar, y otra de plata, el dírhem. En las ciudades el comercio se realizaba en el zoco, constituido por un laberinto de callejuelas, cada una de las cuales solía tener tiendas de un determinado producto. Dentro del zoco se hallaban las alcaicerías, zonas protegidas en donde se vendían los objetos de mayor calidad. También había alhóndigas, que servían para el almacenamiento de mercancías, así como para el alojamiento de los mercaderes. La actividad del zoco era inspeccionada por el almotacén, que se encargaba del estricto cumplimiento de la ley. Pero Al-Ándalus mantuvo, asimismo, un floreciente comercio exterior, ante todo con los restantes países islámicos, aunque también con la Europa cristiana. Importaba de África oro sudanés y esclavos negros, y del Próximo Oriente, especias y productos de lujo. Por lo que se refiere al comercio con el mundo cristiano, exportaba productos agrícolas, determinados minerales y tejidos, recibiendo, a cambio, pieles y metales, e incluso armas.
La sociedad andalusí tiene un elevado grado de urbanización. En sus ciudades habita mayor número de población que en las de la Europa cristiana. Se comunican entre sí a través de las antiguas calzadas romanas, y sobre todo por mar a través de los puertos. Las ciudades tienen una triple función: Son centros administrativos, políticos, judiciales y religiosos, en ellas residen los delegados del poder central (gobernadores y cadis). Son centros de intercambio de productos e información dentro de una economía internacional. Sirven de mercado local permanente de los productos agropecuarios de su entorno y centros de actividad artesanal.
En estas ciudades se diferencia varias zonas: La medina: es el núcleo de la ciudad, de plano irregular, con calles estrechas y sinuosas, rodeada por una muralla con puertas que se cierran por la noche, dentro se encuentra el zoco, los alcázares, la mezquita principal (aljama), y varios barrios. Las grandes ciudades como Córdoba disponían de fuentes, baños públicos, jardines y alcantarillado. Los barrios exteriores o arrabales, habitados por menestrales y personas de otras etnias (judíos y mozárabes), disponían de sus propias murallas, mezquitas y mercados. En Córdoba estos barrios fueron focos de revueltas.
La sociedad presenta una gran diversidad étnica y religiosa. Por debajo de las diferencias religiosas (musulmanes, judíos, cristianos) hay diferencias étnicas (árabes, bereberes, sirios, eslavos, judíos, hispanogodos) y ambas explican las diferencias económicas entre grupos de la pirámide social.
Diferencias religiosas: El grupo religioso dominante era el musulmán, minoritario en el siglo VIII,  compuesto por árabes procedentes de Oriente, bereberes del norte de África, y musulmanes «nuevos» autóctonos o muladíes (cristianos convertidos al Islam). Hacia el siglo XI, las tres etnias estaban mezcladas y arabizadas. Los cristianos que quedaron bajo dominación musulmana (mozárabes) y los judíos, eran minorías cultas toleradas, pero subordinadas y consideradas inferiores. Los judíos se integran mejor que los cristianos en la sociedad andalusí. Los mozárabes terminan siendo una minoría marginal con escasa relevancia, muchos emigran hacia los reinos cristianos del norte, sobre todo tras los conflictos creados por los mártires, y con la llegada de almorávides y almohades.
Las diferencias socioeconómicas están basadas en las étnicas y religiosas: En la parte más alta de la pirámide social se encuentra la aristocracia (Jassa), compuesta por notables de origen árabe, que formaban la nobleza de sangre y de servicio. Por debajo están los grandes comerciantes y alfaquíes, que constituyen la clase media urbana junto con artesanos, funcionarios y oficios liberales. En el siguiente escalón las masas populares urbanas (pequeños artesanos, pequeños comerciantes) y los aparceros (muladíes) del medio rural; constituían la Amma. En el escalón más bajo los esclavos, traídos de África, centro y oriente de Europa (eslavos), o bien obtenidos por conquista en las tierras cristianas del norte. Servían de mano de obra en el campo y en la ciudad, y como esclavos domésticos y militares al servicio de las grandes familias. Muchos de ellos se convertían al islam para convertirse en libertos.
El legado cultural de Al-Ándalus
El islam, en su expansión, toma y mezcla sabiamente elementos de las diferentes civilizaciones y culturas con las que entra en contacto. Asimila el mundo clásico a través de la cultura bizantina e incorpora conocimientos científicos y técnicos de países tan lejanos como China, India o Persia: (el papel, la brújula, la pólvora, los números arábigos, conocimientos astronómicos, químicos y médicos), transmitiendo estos conocimientos a la Europa Medieval a través de Al-Ándalus.
La utilización de una lengua común, el árabe, permite el contacto con los focos culturales de oriente (Damasco, Bagdad, El Cairo). Estos contactos fueron más intensos durante el califato de Alhakam II. En las bibliotecas de los emires y califas de Córdoba se guardaba buena parte de los conocimientos de la cultura persa y grecorromana. La vida intelectual y cultural de Al-Ándalus alcanza altos niveles de desarrollo respecto a la Europa medieval y al mundo islámico.
La cultura andalusí va adquiriendo una originalidad importante a medida que se desarrolla, sobre todo en el periodo de los reinos de taifas (S XI-XIII). Los reyezuelos de las taifas protegen la cultura y compiten entre ellos como mecenas de las artes y de las ciencias, en medio de un clima de libertad intelectual. Las invasiones norteafricanas y la ocupación cristiana de estos reinos de taifas provocarán el exilio de numerosos intelectuales.
Muchos escritores andalusíes fueron grandes eruditos y abarcaron varias materias como el cordobés Ibn Hazm (S XI) que escribe sobre religión, historia, poesía, y un famoso tratado sobre el amor: “El Collar de la paloma”. La poesía adquiere un gran desarrollo en las cortes de los reinos de taifas (S XI). La traducción de la filosofía clásica griega al árabe es fruto del trabajo de grandes pensadores musulmanes y judíos como Averroes o Maimónides. Averroes, profundo conocedor e intérprete de la obra de Aristóteles, intenta conciliar la filosofía con el islam, la intolerancia religiosa de almorávides y almohades se cebará con todos estos pensadores andalusíes y muchos de ellos tendrán que marchar al exilio.
Entre los estudios científicos destacan los tratados de astronomía de Azarquiel que construyó excelentes instrumentos astronómicos. En medicina, heredan y transmiten el rico legado de Grecia y Oriente Próximo, basado en la observación. Muchas de las obras científicas serán traducidas al latín y difundidas por la escuela de traductores de Toledo.
Dentro del marco del Arte islámico, el andalusí tiene un carácter singular:
La arquitectura es su mayor y mejor realización artística, expresaba la fuerza del poder religioso (las mezquitas) y político (los palacios o alcazabas). Estas edificaciones son austeras en el exterior y de gran riqueza decorativa en su interior, a base de la combinación de los propios elementos constructivos (arquerías de herraduras o lobuladas) y formas abstractas o geométricas, vegetales o escritas que llenan los muros interiores (ataurique, cúfica, mocárabes, alicatado…).
Se diferencian varias etapas artísticas:
La cordobesa o califal (S VIII-X) de la que son ejemplo la Mezquita-aljama de Córdoba, iniciada en tiempos de Abd-al-Rahman I y concluida por Almanzor, y el palacio de Medina al-Zahra, construido por Abd-Al-Rahman III. En estas edificaciones los elementos constructivos sirven a la decoración. En la mezquita de Córdoba se superponen dos niveles de arcos, el inferior de herradura, que intercala dovelas de ladrillo rojo y piedra blanca, y el superior, con arcos de medio punto. La doble arquería recuerda a los acueductos romanos y el arco de herradura se inspira en el arte visigodo.
En la etapa de los reinos de taifas e imperios norteafricanos (S XI-XIII) de la que son ejemplos el palacio de la Aljafería de Zaragoza, la alcazaba de Málaga, la Torre del Oro, o la Giralda de Sevilla, los elementos decorativos se imponen sobre los constructivos, ocupando buena parte del espacio arquitectónico de muros y cubiertas.
La etapa granadina (S.XIV-XV) cuyo edificio más emblemático es la Alambra (“la roja”), se caracteriza por un aspecto exterior modesto y un interior deslumbrante, donde se sabe extraer las máximas posibilidades de unos materiales pobres.
Entre las artes decorativas destacan la orfebrería, cerámica y elaboración de tejidos, tapices y alfombras. A igual que la arquitectura, las artes decorativas utilizan motivos muy abstractos. El islam no permite representar la figura humana, teniendo que recurrir a motivos geométricos, vegetales, caligráficos o la estilización de las figuras animales.


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