A comienzos de
la década de los 70 se polarizó el debate en torno a la continuidad de la
dictadura, ante el ya evidente envejecimiento de Franco. Dentro del régimen se
fue produciendo una ruptura entre los llamados «aperturistas», partidarios de reformar el sistema para ir
acercándole progresivamente a un modelo parlamentario, y los más inmovilistas, denominados
como el «búnker», y que se organizaron en torno a Fuerza Nueva, la Hermandad
Nacional de ex-Combatientes, y los sectores más derechistas de Falange,
encabezados por Blas Piñar, José Antonio Girón y Raimundo Fernández Cuesta
respectivamente. Mientras tanto, la oposición crecía, incluso entre sectores
tradicionalmente afines al régimen.
En esta coyuntura se produce el asesinato del presidente
del Gobierno, el almirante Carrero Blanco, por ETA, en lo que será el primero
de una serie de episodios que marcarán el ocaso del sistema franquista,
culminado con la propia muerte del dictador.
El asesinato de Carrero Blanco supuso un golpe
durísimo para Franco, que perdía a su hombre de máxima confianza, al que
acababa de designar presidente del Gobierno, aplicando por vez primera la
separación entre la jefatura del Estado y la del Gobierno, prevista en la Ley
Orgánica de 1966. Carrero, había formado
un gobierno dominado por miembros del Opus Dei y franquistas duros (Fernández
de la Mora, Arias Navarro, etc.) para atajar las crecientes protestas y
preparar el futuro relevo en la jefatura del Estado.
La sucesión de Carrero Blanco evidencia la división
dentro del franquismo. Los partidarios de una cierta apertura proponen al presidente
en funciones, Torcuato Fernández Miranda, pero los sectores más duros del
régimen aprovecharon las dudas de Franco para inclinarle por Carlos Arias Navarro. Arias formó un gobierno
de franquistas puros, con algunos aperturistas y planteó un programa que
incluía ciertas promesas de apertura y un Estatuto
de Asociaciones políticas. Este
planteamiento, conocido como “espíritu
del 12 de febrero”, provocó algunas esperanzas de apertura, que pronto se
vieron frustradas, lo que llevó a los ministros aperturistas a dimitir.
La
oposición iba organizándose y estableciendo contactos que llegaban incluso a
sectores y personas vinculadas al régimen y al propio Ejército, unos pocos de cuyos oficiales formarían la Unión Militar Democrática (U.M.D.),
totalmente desarticulada en la primavera de 1975. Las huelgas obreras se multiplicaron en las grandes empresas, y el
régimen sólo supo responder con la represión. La persecución hacia los sindicatos
obreros culminó en 1973 en el llamado «Proceso
1.001» contra diez dirigentes de CC.OO. encabezados por su líder, Marcelino
Camacho, condenados a largas menas de cárcel.
La enfermedad de Franco, hecha pública en julio de
1974, le llevó a ceder, durante algunos días, sus poderes al príncipe Juan
Carlos. Aunque se recuperó, el agotamiento físico era ya muy evidente y esto disparó
la lucha interna por la sucesión, a la vez que aceleró el proceso de organización
de la oposición al régimen, tanto dentro como fuera de España.
La tensión política y la agitación aumentaron, a la vez
que lo hacía la actividad terrorista, tanto de ETA como del FRAP (atentado de
ETA en la cafetería «Rolando» de Madrid, frecuentada por policías). En septiembre
de 1975 los acontecimientos se precipitaron cuando doce miembros de E.T.A. y
F.R.A.P. fueron condenados a muerte. En medio de manifestaciones en toda Europa
y de una lluvia de peticiones de clemencia, el 27 de septiembre cinco de los
condenados fueron ejecutados y las durísimas protestas internacionales fueron
respondidas por el régimen con una gran concentración en la Plaza de Oriente,
el 1 de octubre. Pocos días después, Franco era hospitalizado, y ya no volvería
a salir del hospital hasta su muerte.
La debilidad manifiesta del régimen franquista fue
aprovechada por Hassan II de Marruecos para conseguir, por la fuerza de los
hechos, el Sahara español. Marruecos utilizó la táctica de la invasión popular
(la llamada «Marcha Verde») del Sahara español, poniendo al gobierno
español en la tesitura de utilizar al ejército contra población civil. Finalmente,
el 18 de noviembre, el gobierno español cedió ante Marrueco, firmando el Acuerdo Tripartito de Madrid, que recogía
la división del Sahara español y su entrega a Marruecos y Mauritania, en contra
del mandato de la O.N.U. que obligaba a España a tutelar el territorio hasta su
independencia.
El 20 de noviembre, moría Franco tras mes y medio de
larga y dura enfermedad. Tanto él como sus partidarios estaban convencidos de
que todo quedaba «atado y bien atado»,
y de que el nuevo rey, Juan Carlos I, continuaría las líneas políticas del 18
de julio. Pero los acontecimientos inmediatos a su muerte demostraron la
voluntad del rey de avanzar hacia una democracia, y que la dictadura franquista
era inviable más allá de la muerte de Franco.
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