¡Allah es grande!. La llegada del islám
El Islam (sumisión a la voluntad de Alá) es una religión nacida en Arabia en el S. VII, que se extiende con gran rapidez por el próximo oriente, Mediterráneo oriental y norte de África, su fundador es Mahoma. A todos los que creen en el Islam se les denomina musulmanes, y todos forman la uma o comunidad islámica.
“El valor en la batalla constituía la virtud principal del árabe, que debía demostrar en cuanto se le presentaba la ocasión. Durante siglos, las belicosas tribus habían guerreado entre ellas en estériles luchas internas por un pozo por cuatro palmeras. De pronto la creencia común en Allah las unía y encauzaba su energía hacia un objetivo común: llevar el islam al resto del mundo. Los árabes abandonaron el confinamiento de su península de origen e invadieron las tierras de Bizancio herederas de Roma y el imperio sasánida, solar de la antigua Persia.
No se conformaron con eso. En el breve espacio de un siglo, se extendieron por los territorios actualmente ocupados por Jordania, Siria, Israel, Iraq e Irán. Después, el impulso conquistador los llevó hacia el este, por Asia Central, hasta cruzar el río Indo y alcanzar Pakistán, y hacia el oeste, por todo el norte de África hasta el Atlántico…
(…)Los musulmanes pusieron sus ojos en la Península Ibérica. En Hispania esperaban encontrar grandes tesoros, entre ellos el fabuloso legado de Salomón que los antiguos visigodos habían arrebatado a los romanos. Además, ya dijimos que los viajeros alababan las tierras fértiles, las huertas regadas por caudalosos ríos, los frescos jardines y los espesos bosques. Un sueño para el que procede del árido desierto. Y aquel país de Jauja se hallaba casi indefenso y sumido en una grave crisis provocada por recientes epidemias, malas cosechas y hambrunas”.
Juan Eslava Galán: Califas, guerreros, esclavas y eunucos
La llegada a la península ibérica se inscribe en tres coordenadas: la expansión por la yihad o guerra santa, la ampliación del poder político de los califas Omeyas de Damasco y el apoyo a una de las facciones de la nobleza visigoda que luchaban en la guerra civil desatada tras la muerte de Witiza.
“A comienzos del siglo VIII, el reino visigodo de Toledo atravesaba una profunda crisis en su estructura política, económica y social. El reinado de Egica (687-702) había estado repleto de incidentes y sus leyes antisemitas, de un rigor insólito en Europa, acentuaron el clima de inestabilidad social. La monarquía era débil, producto de la fortaleza cada vez más creciente de los nobles, y el proceso de ruina del Estado era imparable. Las circunstancias no ayudaban a una economía maltrecha y a una población diezmada, tras sucesivas plagas de langosta, malas cosechas y consiguientes hambrunas junto a brotes de peste bubónica.
En este proceso, el panorama de la Península hacia los años 710-711 presentaba un escenario de enfrentamientos constantes entre distintas facciones de la aristocracia, contemplados con indiferencia por el resto de la sociedad y convertidos los territorios dominados por los nobles en pequeñas islas prácticamente independientes. Cuando en esos años, Vitiza asoció el trono a su hijo Akhila, los nobles se le enfrentaron con su propio candidato, Rodrigo, y consiguieron dominar al débil monarca. Y sin embargo, este nuevo Rey aupado por los nobles... no consiguió las adhesiones suficientes, para hacer frente a las hordas de bereberes llamados en su auxilio por el grupo defensor de los derechos de Akhila. (…) Fue así como los atacantes se llevaron por delante a las desorganizadas huestes de don Rodrigo en el año 711, con el beneplácito de distintos sectores sociales (algunos posiblemente judíos) hartos del clima de inestabilidad y recesión económica bajo la inseguridad visigoda.”
Juan Luis Puente López. Reyes y reinas del reino de León. Ed. Edilesa.pags. 17-18
- Tras la invasión musulmana del 711, la mayor parte de la península Ibérica pasa a formar parte del área de influencia y expansión del Islam, el territorio ocupado por los musulmanes se conocerá como Al-Ándalus. Su espacio varía con los siglos, de ocupar casi toda la península entre los siglos VIII al XI, quedará reducido a Granada en los siglos XIV y XV. La barrera entre Al-Ándalus y los reinos cristianos peninsulares es móvil y permeable.
Llegaron y se quedaron ocho siglos. Cuando fueron expulsados, eran españoles de muchas generaciones
Primero el bautismo obligado |
Después la expulsión |
I. Evolución política: la conquista, los emiratos y el califato de Córdoba (711-1031)
Tras vencer a D. Rodrigo en Guadalete en el 711, las tropas musulmanas se extienden con gran rapidez por la Península Ibérica. La conquista es relativamente breve (711-715) y sin apenas obstáculos; llevada a cabo por el ejército musulmán del Magreb, compuesto por una mayoría de beréberes del norte de África y una minoría de élites árabes; dirigida por Musa, gobernador (wali) del norte de África, y su lugarteniente Tarik.
En el 714 dominan toda la P. Ibérica, salvo la franja cantábrica, donde son derrotados en la batalla de Covadonga. Fracasan en el intento de ocupar la Galia, donde son frenados por Carlos Martel (Poitiers año 732). Tras esta derrota los Pirineos se convierten en la frontera natural con la Europa cristiana.
Entre el 711 al 756 la península Ibérica se constituye en provincia del Imperio Islámico, que gobierna desde Damasco la familia Omeya. Al frente de Al-Andalus se suceden walis (gobernadores) o emires que dependen en lo político y en lo religioso del califa de Damasco.
Es el momento de la ocupación militar y el asentamiento de los invasores en el territorio conquistado. La ocupación de tierras da origen a conflictos, ya que la minoría árabe se reserva las mejores tierras (valles fértiles del Guadalquivir y del Ebro), mientras los beréberes se ven obligados a ocupar las tierras menos productivas del interior (la Meseta central y las zonas montañosas del pre-Pirineo). Pronto se producen enfrentamientos entre los diferentes clanes árabes y entre estos y los beréberes, quienes se rebelan en el 740, contra la supremacía árabe. Soldados sirios del norte de África llegan a la península para sofocar la revuelta bereber y reciben tierras como recompensa.
AbdAl-Rahman I, príncipe de la dinastía omeya, huido tras la matanza de gran parte de su familia en Damasco, se refugia en el norte de África, llegando hasta Al-Andalus. Con el apoyo de las tropas sirias se hace con el poder en Córdoba, y se proclama emir independiente del califato de Bagdad en el año 756. Rompe los lazos políticos con el imperio abbasí, aunque reconoce la autoridad religiosa del califa de Bagdad.
Durante su reinado debe hacer frente a numerosos núcleos de oposición interior, numerosos enfrentamientos entre los clanes árabes y levantamientos bereberes. Con la utilización de fuerzas mercenaria consigue imponerse sobre los distintos grupos étnicos y controlar las fronteras con los incipientes núcleos cristianos del norte. Designa como heredero a uno de sus hijos, estableciendo un sistema sucesorio que se prolongará dos siglos (entre sus sucesores destacan Al-Hakam I y Abd-Al-Rahman II).
Con Abderramán I se consolida un estado fuerte y centralizado, gobernado desde una corte en la que se impone el protocolo oriental, que aleja al monarca del pueblo. Se establece un sistema político teocrático, en el que el poder absoluto radicaba en el monarca (emir primero, califa después), apoyada en una importante y fiel guardia personal y en una nobleza "de servicio" fuertemente unida en sus intereses a los de la familia gobernante.
En el 929 Abderramán III se hace nombrar califa, rompiendo así los lazos religiosos con el califa de Bagdad (los políticos se habían roto conb Abderramán I), y convirtiendo Al- Ándalus en un estado totalmente independiente: El Califato de Córdoba
Busca con esta medida restaurar la unidad del Estado islámico, lo que consigue tras sofocar a los rebeldes, someter a las marcas fronterizas, y hacer frente al recién creado califato fatimí de Egipto. El califato supone la hegemonía de Al-Andalus sobre toda la península, los reinos cristianos del norte pasan a ser sus vasallos y pagan tributos (parias) a cambio de no sufrir saqueos y pillajes de sus tierras.
El califato de Córdoba: el esplendor andalusí
Con un siglo de existencia, el califato Omeya supuso la etapa más brillante de la historia hispanomusulmana, que rivalizó en poder con los mayores imperios de su tiempo.
"De los casi ocho siglos de presencia musulmana en la península ibérica, el período del califato de Córdoba (929-1031) fue el más ilustre. Durante esos decenios los soberanos omeyas que residían en Córdoba pretendieron ejercer la suprema dignidad en todo el mundo musulmán, oponiéndose así a la preeminencia de los califas de Bagdad y recuperando el título del que habían sido despojados a mediados del siglo VIII por los abasíes.
Después de trasladarse a España y crear allí un emirato virtualmente independiente, Abderramán III en 929 daba el paso de proclamar su soberanía política y religiosa. Al mismo tiempo, los omeyas pretendían hacer frente a la expansión de los fatimíes en el norte de África, que también reclamaban para sí el título de califa.
Todo ello coincidía con el intento por parte del mismo Abderramán III de reafirmar su control de la península ibérica frente a los reinos cristianos del norte, contra los que dirigió diversas expediciones, no siempre exitosas.
Este apogeo político del principado omeya en al-Andalus fue de corta duración: tras el reinado de al-Hakam II y las ofensivas militares de Almanzor contra los territorios cristianos del norte, desde Galicia hasta Cataluña, Córdoba asistió a una rápida descomposición política, en medio de múltiples luchas dinásticas y de clanes que desembocaron en la fragmentación del estado andalusí en los llamados reinos de taifas. Pero a su caída el califato dejaba una herencia imborrable, sobre todo en el ámbito de la cultura.
A lo largo del siglo X Córdoba se había convertido en capital cultural mundial, a la que se dirigían en busca de conocimientos tanto musulmanes como cristianos. La literatura y las ciencias tuvieron cultivadores insignes, como el poeta Ibn Abd Rabí, el historiador Al-Razi o el matemático Al-Mayriti. Sobre todo, el califato cordobés dejó dos obras cumbres de la arquitectura islámica: la mezquita de Córdoba, que gracias a sus ampliaciones en el siglo X alcanzó celebridad en todo el orbe musulmán; y la ciudad-palacio de Medina Azara, construida por orden de Abderramán III a unos kilómetros de Córdoba, verdadero prodigio de refinamiento artístico. "
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Tomado de http://paseandohistoria.blogspot.com.es/2009/01/el-califato-de-crdoba-el-esplendor-de.html
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"soberano Omeya de Al-Ándalus se proclamó califa en 1929, rompiendo el..." ....sería 929, no? Aunque se nota que está mal...porque si no...llega un poco tarde... :D
ResponderEliminarPues claro, fue en 929. Escribo demasiado deprisa y a veces cometo errores que luego no veo. Gracias por advertirme.
ResponderEliminaren la frase: emir independiente del califato de Bagdad en el año 756, sale en color rosado como para ir a google docs, pero parece que falta el enlace o algo, porque no me sale luego en subrayado para clickear en ello...
ResponderEliminarNo está en rosa, está en rojo-granate para señalar su importancia (en realidad debería estar en negrita). No es un enlace. Ya lo corrijo y lo pongo en negrita para que no haya confusión.
ResponderEliminar¿las parias solo las pagan los cristianos a los musulmanes o también los musulmanes a los cristianos?
ResponderEliminarHasta el S. XI los pagaban los cristianos a los musulmanes. A partir del S. XI será al revés
ResponderEliminarHe estado leyendo un libro de la "historia" de mi pueblo y he llegado a la conclusión de que la batalla de Simancas del año 939 deberia llamarse "batalla de Villamarciel", ya que la batalla se libró en el campo de Villamarciel. Aunque la fuente no es muy fiable, la verdad.
ResponderEliminarSe da la casualidad de que esta batalla se libró entre el 5 y 6 de agosto, fechas que coinciden con las fiestas patronales de Villamarciel y Simancas. El dia 5 Nuestra Señora de las nieves en Villamarciel y el día 6 el Salvador en Simancas.
Bueno, parece bastante claro que el grueso del enfrentamiento se celebró cerca de las murallas de Simancas, en la confluencia del Duero y el Pisuerga. Lo que pudo ocurrir es que, ante la huida de los musulmanes, los cristianos les persiguiesen y tuviesen más de un enfrentamiento armado quizás por esas tierras de Villamarciel. Es posible.
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