sábado, 16 de febrero de 2019

Bloque 8.3. Compara la revolución industrial española con la de los países más avanzados de Europa

Comparado con la Europa occidental, la evolución del sector industrial español a lo largo del siglo XIX padeció de un relativo atraso, debido a varios son los factores, fundamentalmente estructurales.

En primer lugar, en Gran Bretaña, cuna de la revolución industrial, se llevó a cabo un cambio revolucionario en el sistema político, lo que permitió el desarrollo de un sistema parlamentario burgués y liberal, que facilitó la aprobación de todas las reformas necesarias para lograr el cambio en las estructuras productivas, bajo la idea del liberalismo económico: revolución agraria, financiera, técnica, demográfica etc. Este proceso también sería aplicable a otros países europeos como Francia o Bélgica.


En el caso español, los cambios políticos fueron lentos y tardíos, puesto que no fue hasta la década de los 30 cuando se puso en marcha el Estado liberal. Las reformas económicas derivadas del liberalismo también estuvieron limitadas, con el relativo fracaso de los objetivos de las desamortizaciones, ya que, en lugar de favorecer el desarrollo de una burguesía activa, favoreció la ampliación de la oligarquía terrateniente y absentista, poco preocupada por invertir en sectores industriales, salvo en Cataluña y Vizcaya. La falta de capitales nacionales para invertir en la industria, llevó a algunos sectores, como la minería o el ferrocarril, a caer en manos del capital exterior.

Otro problema importante fue la falta de comunicaciones modernas, que permitiesen el desarrollo de un mercado nacional coherente y articulado, algo imprescindible para el desarrollo industrial, porque si no hay demanda no hay producción. A pesar de la aprobación de la Ley General de Ferrocarriles, este sector, fundamental en la industrialización de otros países europeos, se desarrolló lentamente, en una red radial y centralizada, que impedía la necesaria articulación territorial, dificultando el transporte de materias primas, productos elaborados, mano de obra etc.

A finales del siglo XIX, la actividad agraria seguía siendo el sector predominante en la economía española, con la excepción de Cataluña, Vizcaya y Asturias. Una agricultura anclada en formas de propiedad y explotación poco desarrolladas, lo que frenaba la obtención de beneficios y, por tanto, de excedentes de capital absolutamente necesarios para la industria. 

Esta situación irá cambiando poco a poco entrado el siglo XX, pero la realidad de la primera mitad de este siglo será la de una economía estancada en viejas estructuras productivas, que convertían cada periodo de recesión en una auténtica crisis de subsistencia.

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