En
1917 estalló una crisis militar, política
y social que
incidió decisivamente
en la descomposición del sistema de la
Restauración.
De hecho, fue la consecuencia
de una situación inestable que
se venía gestando desde 1913,
provocada por el
desprestigio de
los partidos dinásticos, y que se intensificó
con el impacto de
la Primera Guerra Mundial.
Antecedentes
Tras
los acontecimientos de la Semana Trágica,
y pacificada temporalmente
la situación en Marruecos, se
vivieron algunos años de cierto auge económico,
favorecido por la posición oficial
de neutralidad del gobierno de España en la I Guerra Mundial. Esta política de
neutralidad permitió un cierto auge económico, puramente coyuntural, puesto
que las necesidades
de los dos bandos contendientes generaron una gran
demanda de productos agrarios e
industriales.
Con
la guerra aumentaron las exportaciones, lo que favoreció la creación de empresas
con fines meramente especulativos, generando rápidos e importantes beneficios
para empresarios e intermediarios, que no se
molestaron en reinvertir en una mejora del sistema
productivo. Esta
política económica empeoró significativamente las condiciones de las clases
bajas, que tuvieron
que enfrentarse al alza de precios y la carencia
de algunos productos desviados a la exportación.
El deterioro de la
capacidad adquisitiva de
los trabajadores
generó una fuerte conflictividad social que afectó profundamente
al sistema, y que se agravó cuando la demanda de los contendientes disminuyó, debido
a la competencia exportadora de otros países; lo que generó numerosos despidos,
aumentado el paro, la pobreza y la radicalización obrera.
La crisis del turnismo
En
1913, el nombramiento de Eduardo Dato
como jefe de gobierno originó una
crisis en el partido conservador, provocada por los seguidores de Maura;
también los
liberales se dividieron en
facciones. Esta división
interna de los partidos dinásticos aumentó la inestabilidad
política y dificultó la creación de mayorías
de gobierno, rompiéndose así el pacto de
alternancia en el poder mantenido
desde 1885. Entre
1913 y 1917, se formaron gobiernos débiles, sin
mayorías y con graves problemas internos, con
cierres periódicos de las Cortes y el recurso a la aprobación de decretos para
poder gobernar. Esta situación contribuyó cada vez más al desprestigio del
sistema, agudizó las críticas de las fuerzas políticas de la oposición,
duramente reprimidas, que exigieron reformas profundas encaminadas a su democratización.
1917: crisis militar, política y social
La
crisis militar: Las
Juntas de Defensa. El ejército,
un poder básico para el mantenimiento de la monarquía,
empezó a cuestionar el sistema interviniendo en la vida política,
debido fundamentalmente al aumento de su malestar
interno, que se arrastraba desde la derrota
de 1898, y que se acentuó en estos momentos. Las
causas que provocaron este malestar fueron la inestabilidad de los gobiernos;
el descontento con la nueva ley que establecía
el ascenso por méritos de guerra,
beneficiando al ejército de Marruecos,
en detrimento de las unidades peninsulares; y los bajos salarios,
deteriorados por la inflación provocada por el impacto de la guerra
mundial. El malestar militar contra el Estado provocó la formación de las Juntas
de Defensa, una especie de asociación sindical que defendía
los intereses económicos y profesionales del cuerpo. Las Juntas presionaron al
poder civil, que las legalizó,
por lo que la autonomía e injerencia
política del ejército fueron cada vez mayores.
La
crisis política: La
Asamblea de Parlamentarios. Como respuesta al clima de tensión
existente, el gobierno de Eduardo Dato decretó la
censura de prensa y la suspensión de las garantías
constitucionales y de las Cortes. Ante esta actitud
autoritaria, y en medio de una oleada de protestas,
Francesc Cambó, dirigente de la Lliga Regionalista,
convocó en Barcelona (julio de 1917) una Asamblea de Parlamentarios
a la que asistieron la oposición de izquierdas y algunos liberales. Ello
originó un movimiento civil que exigió la convocatoria de Cortes
constituyentes y la aplicación de un programa de reformas, en el que se contemplara
la realidad plurinacional de España. La falta de cohesión de las fuerzas
políticas que formaron la Asamblea y el rechazo
por parte de las Juntas de Defensa, que se
situaron junto al gobierno, facilitaron
su disolución.
La
crisis social: la
huelga general revolucionaria. La
tensa situación social y la creciente importancia de los sindicatos
favorecieron la creación de un comité de
acción conjunto CNT-UGT. A pesar de las
diferencias entre los socialistas, partidarios
de una democratización efectiva del régimen, y los anarquistas,
impulsores de la revolución social, ambas
formaciones obreras terminaron poniéndose de acuerdo. El detonante fue un
conflicto ferroviario en Valencia, que terminó con el despido de varios
trabajadores. El apoyo de las centrales sindicales, terminó con la convocatoria
de una huelga general revolucionaria (13 de agosto de 1917),
en la que además de las peticiones laborales, se exigía para
un cambio político radical. La
movilización se extendió por las principales ciudades de Asturias,
el País Vasco, Madrid y
Cataluña, pero no fue apoyada ni
por la Asamblea de Parlamentarios, que
defendía los intereses de la burguesía, ni
mucho menos por el ejército, que reprimió duramente la huelga con un balance
de más de 70 muertos, 200 heridos y 2 000 detenidos.
La crisis de
1917 hizo patente la descomposición del sistema canovista y la imposibilidad de
reformarlo desde dentro; además fue reflejo de la progresiva radicalización
social, agudizada por las consecuencias económicas, negativas para España, del
fin de la I Guerra Mundial y por el estallido de la revolución bolchevique en
Rusia.
Los años que siguieron
estuvieron marcados por la constante intervención del ejército en la política,
con la complacencia del monarca, ejemplo de lo cual fue la caída del gobierno
de Dato, en el otoño de 1917. La radicalización sindical continuó, en lo que se
ha conocido como “el trienio bolchevique”, con una inusitada violencia, sobre
todo en Cataluña, y una cruel represión (Ley de fugas). El panorama de crisis
será más evidente tras el desastre colonial en Marruecos, que acentuó el desprestigio
del ejército. A principios de los años 20 era bastante evidente que el sistema
estaba muerto.
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