Las propuestas
de renovación
desde fuera del sistema
provinieron
de los regionalistas,
los republicanos
y el movimiento obrero.
La escasa representación
que estos movimientos
conseguían
en las Cortes no
permitió que se articulase una alternativa
viable para sustituir
un sistema viciado y
en descomposición interna.
Los
nacionalismos
El
movimiento
regionalista
que mayor incidencia tuvo en
la política reformista
de principios del siglo
XX fue el catalanismo, a través de la Lliga Regionalista (1901), tendencia conservadora que dominó la escena política catalana hasta 1923. Este partido, representante de la burguesía, osciló entre la colaboración con el régimen en momentos de peligro social, como en 1909 o 1917, y las
propuestas regeneracionistas. Éstas pasaban por las reivindicaciones autonómicas no independentistas ni antimonárquicas y la necesidad de
modernizar
España. El nacionalismo de izquierdas, cercano al republicanismo no tuvo tanta implantación social hasta los años treinta.
La
primera gran movilización
catalanista se
produjo en 1906,
como reacción
a la Ley de Jurisdicciones.
Se creó una
coalición,
Solidaritat Catalana,
que aglutinó
todas las tendencias
del catalanismo y
consiguió un gran
éxito electoral
en 1907. Pero
el mayor éxito del
catalanismo
de principios
del siglo XX fue
la creación de la Mancomunidad de Cataluña (1914), gracias
a un decreto de 1913 que
permitía la federación de diputaciones
provinciales. Aunque sólo
tenía algunas competencias
administrativas, se
concibió como un órgano de poder
propio de Cataluña y
como un primer paso hacia
el autogobierno.
El nacionalismo
vasco, representado
por el PNV de Sabino de
Arana, tenía una orientación
tradicionalista,
católica e independentista
que le había restado apoyos
sociales. A principios
del siglo XX,
con la muerte
de Arana, empezó
a salir de aislamiento,
pues incorporó a su ideología
un liberalismo conservador,
autonomista y
antiseparatista,
que facilitó su aceptación por la burguesía
industrial
vasca.
El
resto de los regionalismos no consiguió éxitos electorales.
En Galicia, el
autonomismo
se reflejó en la constitución de Solidaridad Galega (1907). En Valencia, la asociación cultural Valencia Nova (1904) planteó algunas reivindicaciones autonomistas que derivaron en 1918 en la constitución de Unió Valenciana, de tendencia conservadora. Por su parte, en Andalucía se inició una corriente regionalista a partir de 1910, en torno a la figura de Blas Infante.
El republicanismo
Constituyó
la oposición
parlamentaria
antimonárquica
más importante.
Proponía un reformismo
político-social
que propugnaba
la secularización,
las reformas sociales y la
generalización de la educación pública.
Tenía su base
social en las capas medias
urbanas, aunque su crecimiento
siguió estando condicionado por su gran fragmentación.
Del republicanismo histórico sólo subsistía Nicolás Salmerón, que fundó Unión Republicana en 1903 y colaboró en el éxito electoral de la coalición Solidaritat Catalana en 1907. El nuevo republicanismo estuvo dividido entre el Partido Reformista de Melquíades Álvarez, de escasa implantación social, y el Partido Radical, que tuvo como máximos exponentes a Vicente Blasco Ibáñez, en Valencia, y Alejandro Lerroux, en Barcelona.
El programa del Partido Radical de Lerroux, esgrimía un agresivo anticlericalismo, en un intento de atraerse a las masas hacia el republicanismo, lo que le convertiría en el exponente del populismo. Esta posición le reportó muchos apoyos entre los sectores populares urbanos, que canalizaron hacia el voto republicano su malestar con el régimen de la Restauración.
Del republicanismo histórico sólo subsistía Nicolás Salmerón, que fundó Unión Republicana en 1903 y colaboró en el éxito electoral de la coalición Solidaritat Catalana en 1907. El nuevo republicanismo estuvo dividido entre el Partido Reformista de Melquíades Álvarez, de escasa implantación social, y el Partido Radical, que tuvo como máximos exponentes a Vicente Blasco Ibáñez, en Valencia, y Alejandro Lerroux, en Barcelona.
El programa del Partido Radical de Lerroux, esgrimía un agresivo anticlericalismo, en un intento de atraerse a las masas hacia el republicanismo, lo que le convertiría en el exponente del populismo. Esta posición le reportó muchos apoyos entre los sectores populares urbanos, que canalizaron hacia el voto republicano su malestar con el régimen de la Restauración.
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