Ilustración: el siglo de las luces
La Ilustración fue un movimiento cultural e ideológico que se difundió en
Europa durante el siglo XVIII. La
característica básica de esta nueva corriente de pensamiento era una ilimitada confianza en la razón. Ni la autoridad,
ni la tradición, ni la revelación pueden sustituir a la razón. Los ilustrados
creían que los hombres, conducidos por su inteligencia, podrían alcanzar el conocimiento, que era para ellos la
base del progreso y de la felicidad.
Por ello se mostraban firmes partidarios de la educación y del progreso.
La penetración en España de las ideas ilustradas fue lenta y difícil. La ausencia
de una amplia burguesía, el conservadurismo de los medios intelectuales
universitarios y el enorme peso de la Iglesia impidieron, en la primera parte
del siglo, la difusión de la Ilustración en el país.
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII una generación de
intelectuales españoles reflejó en sus escritos las preocupaciones ilustradas y
empezaron a criticar el modelo social imperante en España. Criticaron las
supersticiones de la cultura popular, el desprestigio de las actividades
artesanales y mercantiles en una sociedad movida por el sentido del honor y la
hidalguía, la desigual distribución de la propiedad y los privilegios abusivos
de la iglesia y la nobleza. Fueron figuras como Feijóo, Cadarso, Campomanes,
Jovellanos, Aranda, Floridablanca, Olavide... quienes, aun sin
formar un grupo homogéneo, coincidieron en el interés por la ciencia, el
espíritu crítico y el ideal de progreso para España.
Los ilustrados españoles hicieron de la educación el objetivo principal, el eje sobre el que debía
descansar la transformación del país. Defendieron la necesidad de imponer una
enseñanza útil y práctica, obligatoria para todos en los primeros niveles,
común a hombres y mujeres e impregnada de los nuevos conocimientos científicos
y tecnológicos que se estaban difundiendo en Europa.
Respecto a la situación económica,
todos eran conscientes de que el atraso del país, en relación con otras
potencias europeas, tenía unas causas muy claras: el predominio de la propiedad
de la tierra en manos de la nobleza y de la Iglesia, así como el excesivo poder
de la Mesta y de los gremios. Criticaron también el desconocimiento de las
nuevas técnicas, inventos y avances, aplicados ya en otros países como Holanda
o Gran Bretaña. Por ello, se esforzaron en estudiar la situación real del país
y proponer una serie de reformas que acabaran con el retraso y pusieran al país
al nivel de las otras potencias europeas.
La Ilustración en España recurrió a diversos canales para su difusión, como
la prensa periódica, cada vez más importante en los últimos años del siglo
XVIII. Muy importantes también
en la propagación del espíritu ilustrado fueron las Academias, fundadas a lo
largo del siglo a imitación del modelo francés: Real Academia Española,
Academia de la Historia o la Academia de Bellas Artes de San Fernando. No
obstante, fueron las “Sociedades
Económicas de Amigos del País" el símbolo más importante del esfuerzo
por propagar el espíritu ilustrado.
Despotismo ilustrado
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, algunos
monarcas absolutistas, influidos por las ideas de la Ilustración que se
difundían por Europa, intentaron llevarlas a la práctica. Esta nueva manera de
gobernar se conoce como despotismo
ilustrado. Sin abandonar los principios esenciales del absolutismo
monárquico, la nueva teoría procuraba una nueva justificación, esta vez
racional, al poder del monarca. Su lema: «Todo para el pueblo, pero sin el
pueblo», ponía de manifiesto que los monarcas ilustrados no renunciaban a su
soberanía absoluta y seguían concentrando en su persona todos los poderes del
Estado. Sin embargo, consideraron que la finalidad esencial de la monarquía era
lograr la felicidad y el bienestar de sus súbditos a través de un buen
gobierno, de la intervención en las actividades económicas para estimular la
producción y aumentar la riqueza del reino y, en consecuencia, de sus
habitantes. De esta manera actuaron algunos monarcas como José II de Austria,
Federico II de Prusia, Catalina II de Rusia y, también, Carlos III de España.
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