Cuando el
almirante Aznar decidió convocar elecciones municipales para el 12 de abril de
1931, buscaba elegir nuevos ayuntamientos que garantizasen la limpieza de unas posteriores
elecciones a Cortes constituyentes. Sin embargo, los resultados supondrían un
auténtico seísmo político, ya que, aunque la mayoría de los concejales elegidos
eran monárquicos los republicanos habían ganado en todas las capitales de
provincia, donde el sufragio era más limpio. Como reconoció el propio Aznar: “el país se había acostado monárquico y se
levantó republicano”. Alfonso XIII consideró que de nada le serviría
resistir y, el 13 de abril de 1931, aconsejado por el gobierno decidió dejar el
trono. La II República fue proclamada en Madrid el 14 de abril, y el Comité
Revolucionario establecido en San Sebastián se convertía en el nuevo gobierno
provisional, presidido por Alcalá Zamora.
¿Cómo se había llegado hasta aquí? Las causas
hay que buscarlas en el fracaso del sistema político ideado por Cánovas, que
generó una enorme corrupción, la marginación de los grupos republicanos,
nacionalistas y obreros del gobierno y, en definitiva, el alejamiento de las
masas del sistema político y de la propia monarquía.
Los distintos intentos de reforma, incluida la
de Primo de Rivera, fracasaron, demostrándose la incapacidad de avanzar hacia
una democracia desde el propio sistema. Por otro lado, las dificultades económicas
derivadas de una estructura productiva todavía mayoritariamente agrícola y con
severas desigualdades, generaron una fuerte radicalización del proletariado y
una acentuación de la lucha de clases, en muchos casos, derivando en violencia.
La constante identificación del rey con los militares y su apoyo a la dictadura
de Primo de Rivera ampliará el apoyo social, en las ciudades sobre todo, a los
partidos republicanos que, tras el Pacto de San Sebastián, deciden firmemente
acabar con la monarquía. No extraña pues que, ante la victoria de las
candidaturas republicanas en casi todas las ciudades, se llegase a la proclamación
de la II República.
El nacimiento de la República se produce en un
momento complicado en el ámbito internacional. En primer lugar, una depresión
económica mundial, que si bien tuvo efectos limitados sobre España (en parte,
por su escaso peso en la economía internacional), contribuyeron a agravar
notablemente los problemas propios, traducidos esencialmente en un descenso de
la inversión extranjera, con el consiguiente incremento del desempleo y las
dificultades para amortizar la deuda pública. A estos problemas responden con
su acción radicalizada los sindicatos obreros, y una parte del PSOE, lo que, a
su vez, favorecía la radicalización de las fuerzas sociales conservadoras.
Las repercusiones de la crisis económica
mundial llevarán la tensión a la política europea de los años 30, con la
extensión y el ascenso del fascismo, la consolidación del estalinismo, y el
consiguiente debilitamiento de las democracias. Esto repercutirá de forma importante
en el rumbo de los problemas internos de la república española, por ejemplo, la
formación de frentes populares como respuesta de la izquierda al peligro
fascista.
En definitiva, la segunda República marca un
momento crucial de la historia de España, ya que supuso intento de profunda
renovación política, socioeconómica y cultural en el marco de un régimen
democrático. Sin embargo, la empresa reformista fracasaría al verse rebasada
por la acción radical y violenta de las corrientes revolucionarias proletarias
y por la resistencia a los cambios, de las fuerzas sociales conservadoras. Los
numerosos conflictos no fueron más que la culminación de los graves problemas
que dividían al país, y la tensión social fue en aumento, en una escalada de
lucha de clases entre trabajadores y oligarquía que desembocará, tras la
sublevación militar de julio de 1936, en la guerra civil.
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