" Si fuesen extranjeros los enemigos de su dicha (la de España), entonces, al frente de los soldados, tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan los males de la Nación, son españoles (...)". Carta de renuncia al trono de España de Amadeo I de Saboya
La primera medida que adoptaron los revolucionarios, encabezados por los generales Francisco Serrano y Juan Prim, fue convocar elecciones a Cortes constituyentes, que elaborarán y aprobarán la Constitución de 1869, de clara inspiración demócrata. La Constitución establecía como forma de estado la monarquía, pero en España no había monarca. Por ello se buscó un candidato en las cortes europeas. El general Prim, jefe del Gobierno, ofreció el trono al príncipe Amadeo de Saboya, hombre culto y refinado y de inclinación liberal.
Amadeo I reinó en España poco más de dos años (1871-1873) y asumió el papel de monarca constitucional que reina, pero no gobierna. Se encontró un país con numerosos problemas políticos: La mayoría de los partidos le ignoraron y se disputaban sin piedad el poder en el Congreso, impidiendo así la estabilidad de cualquier gobierno. Por otra parte, los carlistas iniciaron insurrecciones en zonas de Cataluña, Valencia, Navarra y el País Vasco, y se produjeron numerosas revueltas urbanas, protagonizadas por sectores populares que se sentían traicionados en sus expectativas el Gobierno. Mientras tanto, en Cuba, entre 1868 y 1870 se sucedieron insurrecciones contra el Gobierno, en gran parte debidas a que los propietarios de las plantaciones de caña se negaban a aplicar los decretos de abolición parcial de la esclavitud (planteado en las Cortes en 1870).
Ante esta difícil situación, en 1873 Amadeo I abdicó y volvió a su Italia natal. Tras la abdicación del monarca, los sectores republicanos, surgidos de los demócratas, convencieron a los diputados de que la alternativa era la república. Y así fue como, el 11 de febrero de 1873 las Cortes, en sesión conjunta del Congreso y el Senado, votaron la constitución de una república, cuyo primer presidente fue Estanislao Figueras.
La falta de políticos convencidos del republicanismo y la desconfianza que suscitaba entre los sectores populares (obreros y campesinos) fueron los principales problemas con los que tropezó la joven República. Además, siempre tuvo en contra grupos claramente hostiles, como los políticos autoritarios y conservadores de la década anterior, buena parte de la jerarquía eclesiástica y los carlistas.
Las Juntas Revolucionarias resurgieron y quisieron poner fin, por la vía insurreccional, a los ayuntamientos gobernados por políticos declaradamente monárquicos. Por su parte, los campesinos pidieron el reparto de las tierras de los numerosos latifundios, y en las zonas industriales los obreros ocupaban a menudo las calles. Además, en Cataluña se intentó crear un Estado catalán dentro de la República Federal Española, a lo que se opusieron los republicanos centralistas o unitarios que gobernaban la República.
A pesar de que los dirigentes republicanos intentaron mantener el orden, lo cierto es que el país se sumió en un caos en el que todos los grupos sociales y políticos actuaban de manera espontánea. Para agravar la situación las dos facciones de los republicanos, los unitarios y los federalistas, se enfrentaron militarmente a raíz de la proclamación de los cantones autónomos del Estado (movimiento cantonalista). Si a esto se le añade la Tercera Guerra Carlista, queda claro que la Consolidación de la República era imposible.
Durante el año que duró se sucedieron cuatro presidentes: Estanislao Figueras, Francisco Pi i Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. Las continuas luchas entre los partidos y la falta de suficiente apoyo al gobierno provocaron una constante inestabilidad, por lo que ninguno de los presidentes consiguió hacerse con las riendas del poder. Finalmente, un nuevo pronunciamiento puso fin a esta situación. El 3 de enero de 1874 el general Pavía, capitán general de Madrid, entró con las tropas en el Congreso, lo disolvió y entregó el poder al general Serrano, quien decidió autoproclamarse presidente vitalicio de la República y gobernó dictatorialmente durante doce meses.
El final del sexenio se produce con un nuevo golpe de Estado, en este caso de un general monárquico, Martínez Campos, en diciembre de 1874, proclamando rey a Alfonso XII. Se restauraba así la monarquía en la dinastía histórica de los Borbones. Se inauguraba un largo periodo de estabilidad bajo el llamado “sistema canovista”. España perdió las últimas colonias, lo que llevó a hablar de la crisis de 1898, y abolió los fueros vascos y navarros, tras la tercera Guerra Carlista. El sistema canovista, mucho más conservador que la etapa anterior, buscó la estabilidad política a costa de un país marcado por la corrupción política, la alteración del sistema constitucional mediante el caciquismo, la consagración de un sistema de enormes desigualdades sociales y económicas, que provocará graves consecuencias para España, que se manifestarán durante el primer tercio del siglo XX.
No hay comentarios:
Publicar un comentario