El régimen señorial es un sistema de propiedad y de poder, que tiene su base en el dominio de un señorío por parte de un noble o un eclesiástico. El señorío supone el dominio hereditario sobre tierras y las personas que allí habitan, dado por el rey a nobles o clérigos como pagos o recompensas por servicios prestados. Similar al feudo, el señor acumula jurisdicción, rentas y propiedades. Es una institución propia de la Edad media y la Edad Moderna en España y desaparece en las Cortes de Cádiz, a inicios del siglo XIX.
Durante la Baja Edad media, los reyes tienen que ceder ante la alta nobleza para conseguir su apoyo en las múltiples guerras sucesorias. De esta forma, muchos pueblos y villas que antes eran de realengo pasan a ser de señorío, lo que implica el derecho señorial a percibir buena parte de los impuestos que pagaban los campesinos. En determinados momentos, como la crisis del S. XIV, esos derechos fueron especialmente opresivos para los campesinos, lo que condujo a revueltas (Guerras Irmandiñas en Galicia, revuelta de los payeses de la remença en Cataluña). Durante el reinado de los Reyes Católicos se produce la consolidación del régimen señorial en España, especialmente en la Corona de Castilla, debido a la consolidación del mayorazgo (leyes de Toro, 1480), que supone la “vinculación” del patrimonio familiar de los nobles al título, y por tanto, que pase íntegro a la primogenitura, sin que pueda dividirlo, venderlo o traspasarlo. Algo parecido ocurre con los señoríos de la Iglesia, que quedan “amortizados”, no pudiendo ser divididos, ni vendidos.
El fortalecimiento del régimen señorial continúa durante los siglos XVI y XVII, debido a las necesidades de dinero de la corona, para pagar las guerras. En el S. XVIII, los ilustrados criticarán esta situación, que consideraban perjudicaba el desarrollo de la agricultura, sin embargo no se produjo ninguna reforma.
Hemos de distinguir varios tipos de señorío: el señorío territorial, en el que el señor es propietario de una tierra que, o bien explota de manera directa con sus siervos, o bien cede a campesinos, para que la trabajen a cambio de unas rentas (en especie, dinero o trabajo); y el señorío jurisdiccional, por el cual, el señor tiene una serie de derechos de tipo judicial y político (nombra a las autoridades locales, ejerce la justicia, cobra tributos), que constituyen la base de su poder sobre el campesinado. Dependiendo de quién sea el señor, podemos distinguir entre señoríos eclesiásticos y laicos. Entre los primeros destacan los de abadengo (en manos de monasterios y conventos) y los de las Órdenes Militares; entre los laicos, los de realengo son del rey, y los solariegos los de la nobleza.
En cuanto a la sociedad medieval peninsular, al igual que la del resto de Europa Occidental, se estructuraba de acuerdo con el principio religioso del "orden divino", es decir, trataba de ordenar el mundo material según el orden celestial. De esta forma aparece el concepto de estamento como grupo social cerrado, al que se pertenece por herencia o por la función que se realiza en la sociedad, y por los privilegios de que se disfruta o se carece. Habría así tres órdenes o estamentos: bellatores, los que luchaban; oratores, los que rezaban; y laboratores, los que trabajaban para mantener a los otros dos.
A pesar de esta división jurídica, existía una división más real, basada en la riqueza y los privilegios; desde este punto de vista podemos hablar de dos grupos:
· Los privilegiados: bellatores y oratores, es decir, nobleza y clero. Eran los miembros más poderosos de la sociedad, los que poseían los medios de producción (tierras, castillos) y los que ostentaban el poder político y social. Aunque formaban grupos distintos, según su capacidad económica, todos tenían en común sus privilegios: exención de impuestos, ostentación de cargos públicos, inmunidad y derecho a llevar armas, incluso en la Iglesia. Todos se encuadraban dentro del grupo de los señores; aquellos que detentaban una posición hegemónica en la sociedad y que vivían de la percepción de rentas del trabajo campesino.
· Los no privilegiados: constituían la fuerza de trabajo y, por tanto, la base sobre la que se asentaba toda la sociedad feudal. No tenían ningún privilegio, se encontraban bajo relaciones de dependencia y soportaban toda la carga fiscal. Dentro de este grupo hay que distinguir también varios subgrupos, que iban desde los pequeños propietarios libres, a los dependientes (libres, semilibres o siervos) y los jornaleros.
Entre toda esta complejidad de grupos sociales se van a desarrollar una serie de relaciones que marcan la sociedad feudal:
Por un lado, se dan las relaciones feudo-vasalláticas, entre los miembros del estamento privilegiado: nobles y rey, y nobles entre sí. Estas relaciones están marcadas por el vínculo de la fidelidad y el vasallaje y se manifiestan en las ceremonias de investidura y homenaje y en la entrega del beneficio (feudo) por parte del señor a quien se convierte en su vasallo. Por otro lado, estarían las relaciones señoriales: se dan entre privilegiados y no privilegiados, es decir, entre señores y campesinos (llamados también vasallos). Estas relaciones están basadas en la propiedad de la tierra y en la posesión del poder jurisdiccional, y derivan en una serie de derechos del señor y obligaciones del campesino. Estas relaciones son desiguales ya que provocan la apropiación, por parte del señor, de la producción campesina, a través de la extracción de impuestos de diversos tipos (censos, sernas, montazgos, monopolios...).
A partir del S.XII, se produce un cambio en esta sociedad compuesta esencialmente por "señores y campesinos". Nuevos grupos sociales, nacidos con el desarrollo del comercio y de las ciudades, se van formando dentro del estamento de los no privilegiados (laboratores): burgueses, grupo surgido con el desarrollo de las actividades no agrarias, vivían en los burgos y se dedicaban a los negocios, las finanzas y el comercio; las minorías: mudéjares, eran la fuerza de trabajo campesina, especialmente en Murcia, Aragón y una pequeña parte de Andalucía. Judíos, minoría muy activa que pasaron a tierras cristianas y se dedicaron a profesiones liberales, préstamos y negocios. Pobres: ancianos, viudas, vagabundos y enfermos, que viven de la caridad de los poderosos.
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