Don Rodrigo y Florinda (la Cava)
Cuenta la leyenda que fue el conde Don Julián, gobernador de Ceuta, quien ayudó a los musulmanes a cruzar el estrecho de Gibraltar, despechado por la deshonra que Don Rodrigo había infligido a su querida hija Florinda (conocida después como "la cava", prostituta en árabe).
La
hermosa joven había sido enviada a la corte al igual que otras jóvenes, tal vez
con la idea de que el rey, que era soltero, encontrara esposa; pero él se
enamoró de la doncella y la sedujo, ella se quejó a su padre y éste, en
venganza, abrió las puertas de España a los moros que destruyeron el reino visigodo permaneciendo en la península durante ocho siglos.
Todo empezó, según la leyenda, un día que la Cava se bañaba desnuda en un patio del palacio.
Todo empezó, según la leyenda, un día que la Cava se bañaba desnuda en un patio del palacio.
"En la sombreada alberca
su cuerpo brilla tan lindo
que al de todas las demás
como sol ha oscurecido.
su cuerpo brilla tan lindo
que al de todas las demás
como sol ha oscurecido.
Pensó la Cava estar sola,
pero la ventura quiso
que entre una especie de yedras
la mirara el rey Rodrigo.
pero la ventura quiso
que entre una especie de yedras
la mirara el rey Rodrigo.
Pasó la ocasión el fuego
en el corazón altivo,
y amor, batiendo sus alas,
abrasóle de improviso.
en el corazón altivo,
y amor, batiendo sus alas,
abrasóle de improviso.
De la pérdida de España
fue aquí funesto principio;
una mujer sin ventura
y un hombre de amor rendido.
fue aquí funesto principio;
una mujer sin ventura
y un hombre de amor rendido.
Florinda perdió su flor,
el rey padeció el castigo,
ella dice que hubo fuerza,
él que gusto consentido.
el rey padeció el castigo,
ella dice que hubo fuerza,
él que gusto consentido.
Si dicen quién de los dos
la mayor culpa ha tenido,
digan los hombres: la Cava
y las mujeres: Rodrigo. (...)"
la mayor culpa ha tenido,
digan los hombres: la Cava
y las mujeres: Rodrigo. (...)"
Fuese de quien fuese la culpa, el caso es que Don Julián echó una manita a las tropas musulmanas establecidas en el norte de África, y estas entraron en la península y derrotaron al rey Rodrigo:
"(...)
En Ceuta está don Julián,
en Ceuta la bien nombrada;
para las partes de allende
quiere enviar su embajada;
moro viejo la escribía
y el conde se la notaba;
después de haberla escrito,
al moro luego matara.
Embajada es de dolor,
dolor para toda España.
Las cartas van al rey moro,
en las cuales le juraba
que si de él recibe ayuda,
le dará por suya España."
en Ceuta la bien nombrada;
para las partes de allende
quiere enviar su embajada;
moro viejo la escribía
y el conde se la notaba;
después de haberla escrito,
al moro luego matara.
Embajada es de dolor,
dolor para toda España.
Las cartas van al rey moro,
en las cuales le juraba
que si de él recibe ayuda,
le dará por suya España."
Está claro que "en todas partes cuecen habas".
El oso de Fabila (rey astur, hijo de D. Pelayo)
"Como
el rey D. Favila fuese venido a esta vega, o cerca de Santa Cruz. Una
gran cabalgada de moros que habían entrado a correr aquellas montañas
teniendo sus tiendas en el campo cerca de la ermita que digo de Santa
Cruz sin quitarse el saco de malla que traía con el pavés (escudo
oblongo que cubre casi todo el cuerpo) en la mano y la espada en la
cinta, quiso ir a montería. Su mujer la reina Froiliuba, dándole el
corazón saltos con temor de algún mal suceso, porfiaba con el rey que se
desarmase, que venia cansado de pelear y que dejase por aquel día la
caza. Tirábale del faldón de la ropa pidiéndole con lágrimas y palabras
de amor que se apease. El rey porfiaba en ir y tomando un azor en la
mano se despidió de la reina; y ella con mucho sentimiento le abrazó y
besó, quedando muy lastimada por los secretos anuncios que le daba el
alma. El rey subió por un monte que está cerca de la vega, que se llama
sobremonte al lugar de Helgueras, metióse en un vallecillo que hace ese
monte y yendo sólo se topó con un oso; osada y atrevidamente, soltando
el pájaro que llevaba echó mano de su espada y embrazó el pavés, cerró
con el oso dándole una estocada por los pechos o hijadas, más no bastó
en quitar al oso que no se abrazase con el rey, y le hiriese hasta
matarle sin tener quien le ayudase. En el lugar donde los suyos le
hallaron muerto está hoy una cruz."
Según la leyenda narrada por Fray Prudencio de Sandoval en Historia de los cinco obispos,(1639)
Esto sucedió según parece, en la aldea montañesa de Llueves, y de aquí podría venir el dicho: "Espabila Favila que viene el oso"
“A
la vista del calificativo "el Sabio" con que ha pasado a la Historia,
muchos que no lo conocieron personalmente se han forjado del rey Alfonso
X una imagen no demasiado exacta. Los tópicos resultan muy cómodos. Su
padre fue "el Santo". Su suegro "el Conquistador". Así los papeles
quedan repartidos y los profesores de bachillerato se evitan
complicaciones. Pero no. Nuestro amigo Alfonso -me permito la confianza
porque son ya muchos años trabajando codo con codo- fue un personaje
extraordinariamente normal y no tan marcusianamente unidimensional como
pretende el epíteto. A él seguramente le hubiera hecho mucha gracia el
apodo, de haberlo conocido, pero precisamente uno de los aspectos que su
sabiduría ignoraba era el futuro, por más que esperaba vislumbrarlo a
través de los astros. Ni siquiera pudo prever su futuro inmediato.
Pretendió adquirir categoría de emperador, pero sus esfuerzos
fracasaron. Tuvo diez hijos de tres mujeres, pero la familia, lejos de
proporcionarle la felicidad, amargó los últimos años de su existencia
hasta el punto de que hay quien afirma que fue el monarca castellano que
tuvo una vejez más desdichada.
Tampoco
hay que imaginárselo por ello tristemente filosófico, meditando sobre
la caducidad de la vida. Al contrario. En los buenos momentos Alfonso se
entregó a los placeres con pasión y disfrutó de cuanto un rey medieval
podía disfrutar. Hizo la guerra contra el infiel y le conquistó plazas
importantes. Viajó por lugares maravillosos dentro y fuera de sus
reinos. Conoció hombres sabios y mujeres bellas. Se sintió centro de
reuniones de gente escogida, guerreros, trovadores, científicos y
nobles. Escuchó aves melodiosas, músicas refinadas y poesías
magistrales. Cazó, jugó, bebió y se divirtió de mil maneras. Y, sin
embargo, su mejor poema, el más sincero y palpitante, es aquél que dice
(en gallego): Nada me agradaría tanto, ni el canto de las aves, ni el
amor, ni la ambición, ni las armas, como un buen galeón que me alejara
de este demonio de campiña llena de escorpiones, cuya espina ya he
sentido en mi corazón. O sea, un rey normal, lo suficientemente
sabio para darse cuenta de sus equivocaciones y lo suficientemente
humano para volver a equivocarse."
Pepe Rey. Grupo SEMA. (Arraki.es)Alfonso XI y Leonor de Guzmán. La historia de una pasión
El rey casó con María de Portugal (ya sabéis que entonces los matrimonios eran "amañados"), con la que tuvo dos hijos, de los que sobrevivió uno, Pedro I "el cruel". Sin embargo no se puede decir que bebiese los vientos por María, a la que abandonó de hecho, cuando reconoció "oficialmente" a su amante Dña. Leonor de Guzmán.
A pesar de la intervención del Papa, que le recomienda: "Examina tu conciencia y mira
si no te habla nada acerca de esa concubina a que hace tanto tiempo estás
demoniadamente apegado en detrimento a tu salvación y de tu gloria", el monarca no hace ni caso y erre que erre, mantiene a Doña Leonor como reina de "facto". Con ella tiene diez hijos, lo que provocará, a la larga, la grave guerra civil que asolará Castilla. entre 1366 y 1369.
Pedro I, hijo de la santa esposa repudiada, ordenó, al poco de subir al trono, el encierro de Leonor de por vida. Posteriormente será envenenada, presumiblemente por orden de la reina madre (la abandonada y vejada María) en Talavera de la Reina.
Enrique IV "el impotente"
En el siguiente enlace podéis leer la historia de este pobre hombre, que demuestra que no siempre ser rey es una bicoca.
http://apruebohistoria.blogspot.com.es/2009/12/enrique-iv-el-impotente.html
Juana "La Beltraneja", o la triste historia de una princesa destronada...
Enrique IV "el impotente"
En el siguiente enlace podéis leer la historia de este pobre hombre, que demuestra que no siempre ser rey es una bicoca.
http://apruebohistoria.blogspot.com.es/2009/12/enrique-iv-el-impotente.html
Enrique IV "televisivo" |
Retrato de Enrique IV |
Hija
de Enrique IV de Trastámara y de Juana de Portugal, bueno eso es lo que
se dice de manera oficial, pero tras las puertas de palacio se corre la
voz sobre otros posibles orígenes de la Princesa de Asturias. Dicen
las malas lenguas que cuando la susodicha princesa fué concebida
(primavera de 1461) el rey no estaba en casa, ya que andaba de correrías
por Navarra. Quien sí parece que andaba por allí (por la corte me
refiero) era un tal Beltrán de la Cueva, quien, siempre según las malas
lenguas, vivió amores con la reina, fruto de los cuales nacería la
pobre Juana.
Pero ¿por qué se extendieron estos rumores? ¿qué tenían
de cierto?. Bueno, parece ser que en el proceso de anulación de su
primer matrimonio con Blanca de Navarra, la esposa alegó "impotenica
manifiesta" del esposo, y... de ser esto cierto cabe preguntarse ¿se
curó el rey de su impotencia con Juana de Portugal?, ¿buscó Dña. Juana
"consuelo" en otro lecho ante la incapacidad del rey? ¿fué un simple
problema de "cuernos" reales?. Los historiadores no se ponen de acuerdo,
pero lo cierto es que los médicos afirmaron la impotencia del rey y la
pobre Juana perdió el trono, el reino y la libertad. Sí, porque su tía
Isabel se lo arrebató todo, alegando sus derechos dinásticos; después la ganó en una guerra y la mandó encerrar en un convento ¡de por vida!. Ay
señor!... cuantos disgustos da pertenecer a la casa real...
¿quién dice que la Historia es aburrida?...
La leyenda fúnebre de la Reina...¿Loca?
Felipe I, mal llamado El
Hermoso, no fue un buen Rey de Castilla. Tampoco fue un buen marido. Ni
siquiera demostró inteligencia en los últimos minutos de su vida: bebió un vaso
de agua helada después de jugar a pelota... y murió. Tenía 28 años, cinco hijos
y otro en camino. Su mujer era Juana I, también mal llamada "la loca", segunda
hija de los Reyes Católicos y casada con Felipe de Habsburgo a los 17 años, por
necesidades de Estado.
Nadie contó con que Juana acabaría enamorada hasta los huesos de Felipe, y que aquel amor era tan apasionado como no correspondido. Pero Doña Juana siguió amando a su marido hasta después de muerto, y bastó el deseo de Felipe de ser enterrado en Granada para que la Reina de Castilla iniciara un peregrinaje con el féretro, que duró tres años (1506-1509).
Esta es la historia de un
cortejo fúnebre, mitad real mitad leyenda, y de una reina no tan loca como
políticos y gobernantes se empeñaron en demostrar.
Juana I de Castilla tenía 27 años y a la futura reina de Portugal, Catalina de Austria, en su vientre, cuando conoció la noticia de que su marido había muerto en Burgos. Corría el año 1506, pero entonces ya se hablaba de la locura de Doña Juana. Una locura a la que hubiera sido más correcto llamar desesperación e impotencia. Los malos tratos de Felipe El Hermoso, sus continuas ausencias y constantes infidelidades influyeron en el comportamiento de la Reina. Los primeros años de su matrimonio, cuando aún estaban en Flandes, eran una sucesión de disgustos a causa de los celos. Comenzó a considerársela loca, pero, curiosamente, esto coincidía con las posibilidades de Doña Juana a la herencia hispana tras la muerte de sus hermanos.
Algunos señalan que lo que padecía la Reina era una esquizofrenia, lo que quizás explicaría la alternancia de sus momentos de absoluta lucidez con otros de pérdida de control. La lucidez quedó demostrada infinidad de veces en lo acertado de sus decisiones políticas; las pérdidas de control, no tanto. Su marido, su padre, su hijo, el cardenal Cisneros... todos pusieron su grano de arena para que Doña Juana sacara lo peor de sí y diera el argumento demente que todos buscaban. El culmen de su locura se produjo aquel año de 1506. Felipe, su marido, fue trasladado ya cadáver a la Cartuja de Miraflores, muy cerca de Burgos. Y allí comenzó una leyenda convenientemente inspirada por los cronistas de su época, que escribían al servicio y en justificación de aquellos que le arrebataron la Corona y el Reino.
Sí es cierto que la Reina luchó por llevar el cadáver de su marido a Granada, tal y como él dejó dicho, y que se negaba a separarse del féretro por temor a que le impidiesen cumplir los deseos de Don Felipe, pero no lo son tanto las fábulas que se levantaron en torno al peregrinaje fúnebre.
Nieves Concostrina. http://www.guiarte.com/juanalaloca/cuentaviajes/
(Si
quieres seguir toda la historia del peregrinar de Juana, pincha el
enlace de su nombre y lee las páginas que lo narran. Es una manera
distinta de contar la Historia).
La maldición de Laurinaga:
En el S. XV don Pedro Fernández de Saavedra, fue nombrado señor de las islas Afortunadas. En Fuerteventura. Don Pedro, tan conquistador en el amor como en la guerra, cobró fama, nada más llegar a la isla por sus aventuras con las muchachas guanches. Se casó, al poco tiempo de llegar allí, con doña Constanza Sarmiento, hija de García de la Herrera, y tuvo catorce hijos, amén de todos los ilegítimos que sembró por la isla en sus frívolas aventuras. Con el transcurso de los años, uno de los hijos de doña Constanza, don Luis Fernández de Herrera, se convirtió en un apuesto caballero, heredando todos los defectos de su padre, pero ninguna de sus virtudes. Era altanero, petulante y conquistador; pero cobarde para la guerra. Y le resultaba divertido seducir a las muchachas indígenas, que le miraban como a un héroe.
En una ocasión, se encaprichó de una bellísima doncella que había sido bautizada como cristiana con el nombre de Fernanda. A la muchacha no le disgustaba la presencia de don Luis; pero no se decidió a poner en juego su reputación accediendo a sus deseos. Pasaron los meses y el galán siguió acosando a Fernanda, que cada día se sentía más dispuesta para aquel juego, hasta el extremo de aceptar una invitación de don Luis para asistir a una cacería organizada por su padre.
Llegado el día,
don Luis se las arregló para estar solo toda la mañana con la ya
enamorada doncella. Comieron plácidamente a la sombra de un chopo y poco después el joven caballero la invitó a dar un paseo. En animada conversación llegaron a una espesa arboleda cuando ya la tarde declinaba. Don Luís, creyendo que ya había llegado el momento de prescindir de galanteos platónicos, intentó abrazar a Fernanda. Ella trató de defenderse, pero comprendiendo que le sería imposible hacerlo, pidió socorro a grandes voces. Los gritos fueron oídos por los cazadores, y advirtieron la ausencia de la pareja.
enamorada doncella. Comieron plácidamente a la sombra de un chopo y poco después el joven caballero la invitó a dar un paseo. En animada conversación llegaron a una espesa arboleda cuando ya la tarde declinaba. Don Luís, creyendo que ya había llegado el momento de prescindir de galanteos platónicos, intentó abrazar a Fernanda. Ella trató de defenderse, pero comprendiendo que le sería imposible hacerlo, pidió socorro a grandes voces. Los gritos fueron oídos por los cazadores, y advirtieron la ausencia de la pareja.
Don Pedro montó en su
caballo y, en compañía de otros caballeros, picó espuelas para dirigirse hacia
allí. Antes de que llegaran, pudo acudir un labrador indígena, que al ver la
situación de la doncella trató de defenderla de don Luis. Éste, ofendido y
molesto, desenvainó un cuchillo, dispuesto a quitar la vida a aquel indígena.
Pero no fue posible, porque, tras unos minutos de lucha, el labrador pudo
arrebatar el arma a don Luis. Iba a clavársela, como venganza, ciego de ira,
cuando don Pedro, que llegaba a todo galope y había visto la escena se
precipitó con su caballo sobre el campesino que cayó con violencia al suelo y
murió en el acto.
Entonces apareció de
entre los árboles una anciana indígena, madre del labrador, que lanzando una
mirada dolorida sobre aquel cuadro, se dio cuenta enseguida de lo ocurrido.
Levantó la cabeza para conocer al causante de aquella muerte, y se encontró con
la de don Pedro, el caballero que la había seducido en su juventud y del que
había tenido aquel hijo que acababa de morir. La anciana al reconocerle, ciega
de indignación, le hizo saber que ella era Laurinaga y que aquel cadáver era el
de su propio hijo. Luego, elevando los ojos al cielo, como invocando a los
dioses guanches, maldijo con voz temblorosa y acento grave aquella tierra de
Fuerteventura, por ser señorío de aquel caballero don Pedro Fernández de
Saavedra, causante de todas sus desgracias.
Dicen que a partir de
aquel momento empezaron a soplar sobre aquellas tierras los vientos ardientes
del Sahara, que se empezaron a quemar las flores y toda la isla fue
convirtiéndose en un esqueleto agonizante, que según la maldición de Laurinaga,
acabará por desaparecer.
Carlos II "el hechizado"
Padeció raquitismo infantil,
como queda constancia en su abultada cabeza y en que no pudiera caminar con
normalidad hasta los 10 años, a pesar de que el heredero del Felipe IV tuvo una
lactancia que duró casi cuatro años y contó con 28 nodrizas.
La primera de sus esposas,
seguía siendo virgen al año de matrimonio. La esterilidad que padecía no se
debía al hechizo, sino a una enfermedad genital. "La causa de la
esterilidad radicaba en un hipogenitalismo, ya que el rey tenía un solo
testículo y era atrófico". La historia de su hechizamiento empieza aquí.
"Un astrólogo de Bohemia le dijo al monarca que la causa de la esterilidad
radicaba en que no se había despedido de su padre en el lecho de muerte, por lo
que Carlos II se dirigió al monasterio de El Escorial, mandó sacar la momia de
Felipe IV y durante unos minutos estuvo contemplándolo".
Esto no logró resolver su "problema" y su segundo matrimonio fue igual de infecundo que el primero, a pesar de las mil perrerías a las que fue sometido por sus médicos, confiednets, confesores etc. A pesar de todo esto, logró sobrevivir 37 años, provocando con su testamento un terremoto político en Europa, que dará lugar a la "Guerra de Sucesión".
http://www.buscabiografias.com/bios/biografia/verDetalle/8072/Carlos
ISABEL II: amante de España… y de sus amantes.
Matrimonio obligado a los 16 años con su primo
hermano Francisco de Asís, llamado también “Paquita”. Aseguran los
historiadores que cuando la reina se enteró de quién iba a ser su futuro esposo
exclamó: "¡No, con Paquita no!” Pasó de ser el símbolo de los liberales
frente a los absolutistas, a la “deshonra de España”, la imagen de la
frivolidad y el desenfreno, fomentada por los partidarios de la “Gloriosa”, la
revolución liberal de 1868. Una vida desgraciada junto a su marido
impuesto. Lo que para unos fue insatisfacción en su vida amorosa, para otros,
principalmente enemigos políticos, se convirtió en ninfomanía y lujuria
desatada. Una copla popular decía de don Francisco: “Gran problema es en la Corte averiguar si el consorte cuando acude al excusado mea de pie o mea sentado.”
La misma Reina comentó lo que pensó sobre Francisco de Asís en la noche de
bodas: “Qué podía esperar de un hombre que en la noche
de bodas llevaba más encajes que yo”.
Mientras Isabel orientaba su
vida afectiva y sexual rodeándose de una corte de amantes, su primo consorte se
relacionó con un joven galán, Antonio Ramón Meneses, con quien logró cierta
estabilidad emocional. Otra copla decía: “Paco Natillas es de pasta flora y se mea en cuclillas como una señora.” Fue así como Isabel
comenzó a tener hijos con sus amantes. Francisco hizo a su vez un excelente
negocio. No dijo esta boca es mía, reconocía los hijos, pero por cada retoño
que nacía recibía un millón de reales por presentarlos en la corte.
Oficialmente, Isabel II de Borbón y Francisco tuvieron doce hijos, de los que
sólo sobrevivieron cinco, uno de ellos, el que sería el rey Alfonso XII.
Cuentan que Isabel dijo a Alfonso: “Hijo mío, la única sangre
Borbón que corre por tus venas es la mía”. Amantes de la
reina fueron: Carlos Marfori, Obregón, Emilio Arrieta, Miguel Tenorio, José
María Ruiz de Arana, el general Francisco Serrano, “el general bonito”, quien
parece ser que fue el primero de los amantes,
también paradójicamente abrió a la reina otro tipo de camino, el del exilio.
Otro fue el militar Enrique Puig Moltó, a quién se atribuía la paternidad del
futuro Alfonso XII, más conocido popularmente como “el puigmolteño” Así, se oía
por la calle: “Isabelona tan frescachona
y don Paquito tan mariquito.”
Alfonso XIII... siguiendo el camino de su abuela. La paciencia de Victoria de Battemberg
Es
de sobra conocida la sacrificada y obligada tolerancia de Victoria Eugenia
hacia los constantes devaneos de su marido, al que sus propios cortesanos le
procuraban continuamente nuevas aventura sexuales. Una situación que parecía
inmutable hasta que, en un momento dado, todo cambió. El rey encontró a una
mujer de la que se enamoró realmente.
«El
nuevo amor de Alfonso se llamaba Carmen Ruiz Moragas. Los sentimientos del Rey
hacia ella eran distintos a los despertados por otras queridas. Carmen era una
actriz de gran belleza y no mucho talento. De no haber estudiado con María
Guerrero, nunca hubiera llegado a ser lo bastante prominente como para atraer
la atención del Rey (...). Alfonso se enamoró de ella casi a primera vista.
Carmen pronto se dio cuenta de que esta vez no se trataba de una de las ya
conocidas y notorias aventuras de paso del Rey. Instintivamente comprendió,
casi enseguida, cuáles eran las necesidades de este hombre, interiormente tan
torturado y carente de confianza en sí mismo, pese a su despliegue en energía
exterior. (…)
(…)Carmen
Moragas tuvo un varón y una niña del Rey. 'La Moragas', como la llamaba la
gente, fue fiel a Alfonso durante la década de 1920, sin esperar que él no
tuviera otras amantes, especialmente como sucedía desde hacía años durante sus
viajes a París. Esas mujeres no importaban a 'La Moragas', que nunca estuvo
enamorada del Rey (…). Llamaron Leandro al hijo varón. Era notablemente parecido
a Alfonso y fue enviado al Colegio de los Agustinos, que se alojaba en una
parte del vasto palacio de El Escorial, un poco al norte de Madrid. (...) El
otro hijo era una niña, llamada María Teresa, por la hermana del Rey. Era
sorprendentemente parecida a Victoria Eugenia, ya que su madre tenía gran
parecido con la Reina. También sabía que le esperaba una vida de pretendido
anonimato. Hizo lo que pudo y se casó con un italiano, pero murió joven» (...).
El Mundo.es,
citando a Gerard Nöel. “El bastardo real”.
La Esfera de los libros
No tengo ningún inconveniente en compartir mis entradas con amantes de la historia.
ResponderEliminarSolo que me gustaría que se citara la procedencia:
http://latinajadediogenes.blogspot.com/2009/06/isabel-ii-reina-de-espana.html
Esta entrada fue publicada en mi blog el 10 de junio de 2009.
Un saludo.
Siento mucho no haberle citado pero mi cita no es de su blog, que yo desconocía, sino una parte de http://wikihistoriarosa.wikispaces.com/Isabel+II. De haberla cogido de un blog particular lo habría citado. En cualquier caso mis disculpas. No soy amante de la Historia, soy profesora de Historia y utilizo muchas fuentes que, normalmente y salvo despiste, siempre cito. Saludos y prometo seguir su blog
ResponderEliminarYa me he pasado por el enlace de wikihistoria y he podido comprobar con desagrado que me ha cogido prácticamente entera la entrada sin citar su procedencia.
ResponderEliminarGracias por advertírmerlo.
Un saludo.
Para los tordesillanos siempre decimos que Juana estaba loca de amor, muy interesante y como tu dices otra forma de contar la historia. Un saludo
ResponderEliminarPor supuesto. Juana sufrió de amor y celos, y de incomprensión. Fue víctima de la ambición de dos hombres, su marido y su padre. Una pena
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