¡Oh patria! Cuántos hechos, cuántos nombres
Cuántos sucesos y victorias grandes...
Pues tienes quién haga y quién te obliga
¿Por qué te falta, España, quién lo diga?”
Francisco de Quevedo Villegas
Buen conde Fernán González, el rey envía por vos,
que vayades a las cortes que se hacen en León,
que si vos allá vais, conde, daros han buen galardón:
daros han a Palenzuela y a Palencia la mayor,
daros han las nueve villas, con ellas a Carrión;
daros han a Torquemada, la torre de Mormojón;
buen conde, si allá no ides, daros hían por traidor.
Allí respondiera el conde y dijera esta razón:
-Mensajero eres, amigo; no mereces culpa, no;
que yo no he miedo al rey, ni a cuantos con él son;
Villas y castillos tengo, todos a mi mandar son:
de ellos me dejó mi padre, de ellos me ganara yo;
las que me dejó el mi padre poblélas de ricos hombres,
las que me ganara yo poblélas de labradores;
quien no tenía más que un buey, dábale otro, que eran dos;
al que casaba su hija doile yo muy rico don;
cada día que amanece por mí hacen oración,
no la hacían por el rey, que no lo merece, no,
él les puso muchos pechos y quitáraselos yo.
que vayades a las cortes que se hacen en León,
que si vos allá vais, conde, daros han buen galardón:
daros han a Palenzuela y a Palencia la mayor,
daros han las nueve villas, con ellas a Carrión;
daros han a Torquemada, la torre de Mormojón;
buen conde, si allá no ides, daros hían por traidor.
Allí respondiera el conde y dijera esta razón:
-Mensajero eres, amigo; no mereces culpa, no;
que yo no he miedo al rey, ni a cuantos con él son;
Villas y castillos tengo, todos a mi mandar son:
de ellos me dejó mi padre, de ellos me ganara yo;
las que me dejó el mi padre poblélas de ricos hombres,
las que me ganara yo poblélas de labradores;
quien no tenía más que un buey, dábale otro, que eran dos;
al que casaba su hija doile yo muy rico don;
cada día que amanece por mí hacen oración,
no la hacían por el rey, que no lo merece, no,
él les puso muchos pechos y quitáraselos yo.
Juramento que tomó el Cid al rey D. Alfonso (VI)
En santa Águeda de Burgos, do juran los hijosdalgo,
le toman jura a Alfonso por la muerte de su hermano;
tomábasela el buen Cid, ese buen Cid castellano,
sobre un cerrojo de hierro y una ballesta de palo
y con unos evangelios y un crucifijo en la mano.
Las palabras son tan fuertes que al buen rey ponen espanto;
-Villanos te maten, Alonso, villanos, que no hidalgos,
de las Asturias de Oviedo, que no sean castellanos;
mátente con aguijadas, no con lanzas ni con dardos;
con cuchillos cachicuernos, no con puñales dorados;
abarcas traigan calzadas, que no zapatos con lazo;
capas traigan aguaderas, no de contray ni frisado;
con camisones de estopa, no de holanda ni labrados;
caballeros vengan en burras, que no en mulas ni en caballos;
frenos traigan de cordel, que no cueros fogueados.
Mátente por las aradas, que no en villas ni en poblado,
sáquente el corazón por el siniestro costado;
si no dijeres la verdad de lo que te fuere preguntando,
si fuiste, o consentiste en la muerte de tu hermano.
Las juras eran tan fuertes que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero que del rey es más privado:
-Haced la jura, buen rey, no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor, ni papa descomulgado.
Jurado había el rey que en tal nunca se ha hallado;
pero allí hablara el rey malamente y enojado:
-Muy mal me conjuras, Cid, Cid, muy mal me has conjurado,
mas hoy me tomas la jura, mañana me besarás la mano.
-Por besar mano de rey no me tengo por honrado,
porque la besó mi padre me tengo por afrentado.
-Vete de mis tierras, Cid, mal caballero probado,
y no vengas más a ellas dende este día en un año.
-Pláceme, dijo el buen Cid, pláceme, dijo, de grado,
por ser la primera cosa que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno, yo me destierro por cuatro.
Ya se parte el buen Cid, sin al rey besar la mano,
con trescientos caballeros, todos eran hijosdalgo;
todos son hombres mancebos, ninguno no había cano;
todos llevan lanza en puño y el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas con borlas de colorado.
Mas no le faltó al buen Cid adonde asentar su campo
(...)
El Cid Campeador conquista Valencia
¡Grandes son los hechos que van por
ese logar,
quando mío Cid gannó Valençia e entró
en la çibdad!
Los que foron de lie, svalleros se
fazen;
el oro e la plata, ¿quién vos lo podré
contar?
Todos eran ricos quantos que allí ha.
Mío Cid Don Rodrigo la quinta mandó
tomar,
En el aver monedado. Treinta mil marcos
le caen,
E los otros averes, ¿quién los podríe
contar?
Alegre era el Campeador con todos los
que ha,
quando su señal cabdal sedié en somo
del alcaçar
Poema del Mío Cid, escrito en 1207, versos 1211-1220
Padrenuestro (Quevedo)
(…)
Mira que son tus corderos
pasto de esta fiera y robos;
mira que visten los lobos
zamarras de ganaderos;
que para tus milloneros
es todo cuanto vendimos;
atento a lo cual, pedimos
que en tanto pedir te enmiendes;
y si cual pobre pretendes
pedir por amor de Dios,
perdónanos.
La plata al cielo encumbraron,
y el vellón bajó al abismo,
millones, un parasismo
dieron, pero no expiraron.
¿Qué fue lo que remediaron
en tus mares y en tus tierras
tanto número de guerras?
Tan pobre estás como estabas,
y aún más, pues no sólo agravas
las tuyas, sino que adeudas
nuestras deudas.
En Navarra y Aragón
no hay quien tribute ya un real;
Cataluña y Portugal
son de la misma opinión;
sólo Castilla y León
y el noble reino andaluz
llevan a cuestas la cruz.
Católica majestad,
ten de nosotros piedad,
pues no te sirven los otros
así como nosotros.
A una cruz de tanto peso,
con que a tu reino lastimas,
en vez de Simón, le arrimas
otro madero más grueso.
Alivia tan grande exceso
de donativos millones
y otras mil imposiciones,
a quien posible no iguala
que la sisa y la alcabala
que a tus agüelos pagamos
perdonamos.
Todo tu reino adeudado
por pagar lo que no debe,
no halla excusa que no apruebe
tanto subsidio excusado.
Dirás que estás empeñado
con tanta guerra y presidio,
y es fuerza que este subsidio
al cobrador alimente;
pero lo que más se siente
es pongas por cobradores
a nuestros deudores.
Ea ya,
Felipe IV,
que en el
mundo eres famoso
Abre el
pecho generoso,
Danos de tu
sangre un parto.
De quien
nunca se vio harto
Del pan que
le quita al pobre,
De quien ha
bajado el cobre,
De quien la
plata ha subido,
De quien tu
reino ha vendido,
Y venderá
al mismo dios,
líbranos
Muy interesante.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu trabajo
Gracias.
Machas gracias Juan, es alentador que la gente lo valore
ResponderEliminarPodria estar escrito este mismo año.
ResponderEliminarSeguimos igual
Perdon, Quevedo
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