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sábado, 16 de febrero de 2019

Bloque 9.3. Especifica la evolución de las fuerzas políticas de oposición al sistema: republicanos y nacionalistas

Las propuestas de renovación desde fuera del sistema proviniron de los regionalistas, los republicanos y el movimiento obre­ro. La escasa representación que estos movimientos conseguían en las Cortes no permitió que se articulase una alternativa viable para sustituir un sistema viciado y en descomposición interna.
Los nacionalismos
El movimiento regionalista que mayor incidencia tuvo en la políti­ca reformista de principios del siglo XX fue el catalanismo, a tra­s de la Lliga Regionalista (1901), tendencia conservadora que dominó la escena política catalana hasta 1923. Este partido, repre­sentante de la burguesía, osciló entre la colaboración con el régi­men en momentos de peligro social, como en 1909 o 1917, y las propuestas regeneracionistas. Éstas pasaban por las reivindicacio­nes autonómicas no independentistas ni antimonárquicas y la nece­sidad de modernizar España. El nacionalismo de izquierdas, cercano al republicanismo no tuvo tanta implantación social hasta los años treinta.

La primera gran movilización catalanista se produjo en 1906, como reacción a la Ley de Jurisdicciones. Se creó una coalición, Soli­daritat Catalana, que aglutinó todas las tendencias del catalanimo y consiguió un gran éxito electoral en 1907. Pero el mayor éxito del catalanismo de principios del siglo XX fue la creación de la Man­comunidad de Cataluña (1914), gracias a un decreto de 1913 que permitía la federación de diputaciones provinciales. Aunque sólo tenía algunas competencias administrativas, se concibió como un órgano de poder propio de Catala y como un primer paso hacia el autogobierno.
El nacionalismo vasco, representado por el PNV de Sabino de Arana, tenía una orientación tradicionalista, católica e independentista que le había restado apoyos sociales. A prin­cipios del siglo XX, con la muerte de Arana, empezó a salir de aislamiento, pues incorporó a su ideología un liberalismo conser­vador, autonomista y antiseparatista, que facilitó su aceptación por la burguesía industrial vasca.
El resto de los regionalismos no consiguió éxitos electorales. En Galicia, el autonomismo se reflejó en la constitución de Solidaridad Galega (1907). En Valencia, la asociación cultural Valencia Nova (1904) planteó algunas reivindicaciones autonomistas que derivaron en 1918 en la constitución de Unió Valenciana, de tendencia conservadora. Por su parte, en Andalucía se inició una corriente regionalista a partir de 1910, en torno a la figura de Blas Infante.
El republicanismo
Constituyó la oposición parlamentaria antimorquica s impor­tante. Proponía un reformismo político-social que propugnaba la secularizacn, las reformas sociales y la generalización de la educación pública. Tenía su base social en las capas medias urbanas, aunque su crecimiento siguió estando condicionado por su gran fragmentación. 

Del republicanismo histórico sólo subsistía Nicolás Salmerón, que fundó Unión Republicana en 1903 y colaboró en el éxito electoral de la coalición Solidaritat Catalana en 1907. El nuevo republicanismo estuvo dividido entre el Partido Reformista de Melquíades Álvarez, de escasa implantación social, y el Par­tido Radical, que tuvo como máximos exponentes a Vicente Blasco Ibáñez, en Valencia, y Alejandro Lerroux, en Barcelona

El programa del Partido Radical de Lerroux, esgrimía un agresivo anticle­ricalismo, en un intento de atraerse a las masas hacia el republicanismo, lo que le convertiría en el exponente del populismo. Esta posición le reportó muchos apoyos entre los sectores populares urbanos, que canalizaron hacia el voto republicano su malestar con el régimen de la Restauración.

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