lunes, 5 de noviembre de 2018

Bloque 5.1. Describe la guerra de la Independencia: causas, composición de los bandos en conflicto y desarrollo de los acontecimientos


La Guerra de la Independencia (1808-1814)
Antecedentes inmediatos de la guerra.
El origen de la Guerra de la independencia puede situarse en 1807 cuando España y Francia firman el Tratado de Fontinebleau, por el que España dejaba su territorio para el paso de las tropas francesas que debían ocupar Portugal. La propuesta era la ocupación del país vecino y su división en tres partes, una de las cuales sea para el propio Godoy. Producida la ocupación, el reparto no se produjo y una parte importante de las tropas francesas se habían situado estratégicamente en España, acantonándose en ciudades como Burgos, Salamanca, S. Sebastián, Pamplona y Barcelona.

Godoy comprende las verdaderas intenciones de Napoleón e intenta llevarse a la familia real a América. En su camino hacia Sevilla hacen un alto en Aranjuez. Allí, la camarilla que apoyaba a Fernando provoca, el 17-18 de marzo de 1808, el motín de Aranjuez, revuelta popular contra Godoy que será aprovechada por Fernando para obligar a abdicar a su padre y proclamarse rey. Godoy es destituido y Fernando vuelve a Madrid, ocupado por el general Murat.
Tras los sucesos de Aranjuez, Napoleón llama a Fernando para que se reúna con él en el norte de la península. Fernando acude y es forzado a llegar a Bayona, donde Napoleón había hecho llegar también a sus padres, Carlos y Mª Luisa, y al propio Godoy. Aquí tendrán lugar, a finales de abril de 1808, la negociación que concluirá con las abdicaciones de Bayona: Fernando es obligado a abdicar en su padre y éste abdicará posteriormente en Napoleón, quien entregará la corona de España a su hermano José, por entonces rey de Nápoles. A cambio de esta vergonzosa abdicación, Carlos IV y Fernando recibirán suculentas rentas en dinero y en propiedades.
 El pueblo de Madrid, que desconocía estos hechos, y ante lo que consideraban un secuestro de su rey, se levantó contra las tropas francesas acantonadas en la capital: era el levantamiento del 2 de mayo. Murat dio órdenes de disparar produciéndose numerosas muertes y detenciones, y más de un centenar de personas fueron fusiladas en El Pardo aquella noche, en cumplimiento del bando firmado de su puño y letra.
Ese mismo día el alcalde de Móstoles hizo público un bando declarando la guerra a Francia y llamando a la población a sublevarse, ante la apatía de las autoridades que, o bien se escondieron o acataron el poder francés. A mediados de mayo casi todas las ciudades españolas se habían sublevado.
Desarrollo del conflicto: etapas
Inicialmente la relación de fuerzas era muy desigual: frente a un ejército francés hasta entonces invencible y que contaba con algunas de sus mejores unidades entre las enviadas a la península, el ejército español estaba compuesto por mercenarios, en clara inferioridad de condiciones. Sin embargo, las tropas españolas demostraron un alto nivel de moral y una capacidad de lucha superiores a lo esperado, apoyadas por un mando militar que demostró gran capacidad táctica. Además, el estado mayor francés no contaba con el surgimiento de la guerrilla como forma de lucha, ni con la ayuda prestada por la intervención inglesa y portuguesa.
 Pueden distinguirse cuatro fases en el proceso bélico:
Mayo- octubre de 1808. Abarca los meses iniciales de la guerra, cuando los franceses se dedican a sofocar los levantamientos urbanos surgidos por todo el país y a ocupar los principales puertos peninsulares (Barcelona, Cádiz, Lisboa). Pero este plan queda desbaratado cuando el 19 de julio de 1808 las tropas del general Dupont son derrotadas en la Batalla de Bailén, primera gran derrota del ejército napoleónico en campo abierto. Madrid quedó desguarnecida y José I tuvo salir huir.
Noviembre- diciembre de 1808. Napoleón se verá obligado a venir a España con La Gran Armée, el cuerpo más importante de su ejército. Rápidamente ocupará Burgos, el sur de Navarra, Zaragoza y Cuenca, siguiendo la marcha hacia Madrid que, a pesar de la resistencia de su población, caerá ante la aplastante superioridad francesa. Asegurada la capital, Napoleón intentó controlar todo el territorio, pero debió abandonar España ante el inicio de la guerra con Austria. Pese a sus éxitos, no había concluido la ocupación peninsular, el ejército español no estaba rendido y la resistencia popular estaba intacta.
1809- 18010. La guerra entra en una fase de desgaste caracterizada por la imposibilidad de dominar el territorio peninsular por parte francesa y por la hostilidad continua de los españoles bajo una nueva forma de lucha: la guerrilla. Sus objetivos son las líneas de comunicación, la retaguardia, los abastecimientos y los convoyes de armas; sobre el ejército invasor produce un efecto desmoralizador y obliga a mantener numerosas patrullas de escolta y vigilancia. En 1810 fueron reglamentados por las autoridades españolas como unidades regulares, y muchas al finalizar la guerra se habían convertido en auténticas divisiones.
Durante 1810 los franceses intentaron asentar su dominio sobre las zonas del norte, a la vez que iniciaban la campaña de Andalucía, llegando a obligar a las autoridades españolas rebeldes a trasladarse a Cádiz, que nunca sería ocupada.
811- 1814. A partir de 1811 comienza el declive francés. Primero abandonan Portugal, mientras el inglés Wellington avanzaba por el sur, reconquistando Badajoz. Napoleón ordenaba retirar a 50.000 hombres para la campaña de Rusia y las tropas de Wellington entraban en Salamanca, derrotando a los franceses en la Batalla de Arapiles. El camino hacia Madrid estaba abierto y José I huía hacia Valencia, aunque aún pudo reorganizar sus tropas y contraatacar, volviendo a Madrid en noviembre.
Tras el desastre de Rusia, Napoleón se vio obligado a retirar buena parte de sus tropas para defender Francia. En mayo de 1813 Wellington emprendió la ofensiva final; días después, José I abandonaba definitivamente Madrid. El 21 de junio la Batalla de Vitoria y el 31 de agosto la Batalla de San Marcial, en Irún, consumaron la derrota francesa. El 11 de diciembre de 1813, asediado en su propio territorio y buscando la neutralidad española, Napoleón firmaba con Fernando VII el Tratado de Valençay, por el que se restituía a éste la Corona.
Consecuencias de la guerra.
En el ámbito demográfico la guerra fue una verdadera catástrofe que dejó tras de sí un país arrasado. Más de 500.000 muertos, numerosos heridos, extensión de epidemias (tifus, cólera, disentería...) y el hambre, por la escasez de grano, se convierten en una auténtica catástrofe demográfica.
Las pérdidas materiales y económicas fueron enormes: ciudades arrasadas por los asedios o con edificios y monumentos destruidos por los bombardeos y las obras de fortificación; a lo que habría que añadir el expolio artístico realizado por los invasores. En el campo, los alistamientos masivos, las requisas de cosechas o su ruina y el abandono de las tierras de labor, dejaron al país muy debilitado en su principal fuente de riqueza. La industria también sufrió un grave deterioro, que llevó al sector textil catalán a perder no sólo el ritmo de crecimiento de la preguerra, sino también muchas factorías y, sobre todo, el mercado colonial, cuyos beneficios cayeron en picado. La guerra supuso la puntilla para una hacienda, que hubo de hacer frente al elevado coste de la financiación de la resistencia y a las exacciones del enemigo, mientras los ingresos caían vertiginosamente, La amenaza de quiebra se convirtió en un angustioso problema hasta muy entrado el siglo XIX.
Políticamente, el conflicto fue la primera guerra nacional contemporánea de España, en la que el pueblo adquirió conciencia de su especificidad como nación y de su poder soberano. A la par de la lucha contra el invasor se inició la revolución liberal en España, con la experiencia constitucional de las Cortes de Cádiz que, aunque abolida posteriormente por Fernando VII, supuso un punto de no retorno en la historia española. En América, con la guerra se imitó el levantamiento peninsular, pero con un carácter independentista, también sofocado tras el conflicto por las autoridades de la metrópoli, pero que resurgiría y triunfaría poco después.
Por último, el fin de la guerra supuso el primer exilio político contemporáneo español: el de los afrancesados (unas 15.000 familias), que perdieron sus bienes y a los que se sumarían pronto los liberales huidos de la dura represión desencadenada por Fernando VII tras su esperado regreso a España.


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